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Mando Principal
Jack Mars


“Uno de los mejores thrillers que he leído este año.”--Críticas de Libros y Películas (referente a Por Todos Los Medios Necesarios) En MANDO PRINCIPAL (La Forja de Luke Stone - Libro n° 2), un innovador thriller de acción del número 1 en ventas, Jack Mars, el veterano de élite de las Fuerzas Delta Luke Stone, de 29 años, dirige al Equipo de Respuesta Especial del FBI en una angustiosa misión para salvar a los rehenes estadounidenses de un submarino nuclear. Pero cuando todo sale mal y el Presidente impresiona al mundo con su reacción, podría pesar sobre los hombros de Luke el salvar no sólo a los rehenes, sino al mundo entero.MANDO PRINCIPAL es un thriller militar inigualable, un viaje de acción salvaje que te hará pasar las páginas hasta altas horas de la noche. Esta serie, precuela de la SERIE DE THRILLER LUKE STONE, éxito de ventas, nos remite a cómo empezó todo, una serie fascinante del famoso autor Jack Mars, calificado como “uno de los mejores autores de suspense.” “Thriller en su máxima expresión.”--Midwest Book Review (referente a Por Todos los Medios Necesarios) También está disponible la exitosa serie, número uno en ventas, de THRILLER LUKE STONE de Jack Mars (7 libros), que comienza con Por Todos los Medios Necesarios (Libro nº1), con más de 800 reseñas de cinco estrellas!







M A N D O P R I N C I P A L



(LA FORJA DE LUKE STONE — LIBRO 2)



J A C K M A R S


Jack Mars



Jack Mars es un ГЎvido lector y fanГЎtico de toda la vida del gГ©nero thriller. POR TODOS LOS MEDIOS NECESARIOS es el thriller de debut de Jack. A Jack le gusta saber de ti, asГ­ que no dudes en visitar www.jackmarsauthor.com para unirte a la lista de correo electrГіnico, recibir un libro gratis, recibir regalos gratis, conectarte en Facebook y Twitter, ВЎy mantenerse en contacto!



Copyright В© 2019 por Jack Mars. Todos los derechos reservados. Excepto en lo permitido en la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicaciГіn puede ser reproducida, distribuida o transmitida de ninguna forma o por ningГєn medio, ni almacenada en una base de datos o sistema de recuperaciГіn, sin el permiso previo del autor. Este libro electrГіnico tiene licencia Гєnicamente para su disfrute personal. Este libro electrГіnico no puede ser revendido o regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor, compre una copia adicional para cada destinatario. Si estГЎ leyendo este libro y no lo ha comprado, o si no lo ha comprado sГіlo para su uso, devuГ©lvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el duro trabajo de este autor. Esta es una obra de ficciГіn. Los nombres, personajes, asuntos, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginaciГіn del autor o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es enteramente una coincidencia. Imagen de la cubierta Copyright Getmilitaryphotos, utilizada bajo la licencia de Shutterstock.com.


LIBROS POR JACK MARS



LUKE STONE THRILLER SERIES

POR TODOS LOS MEDIOS NECESARIOS (Libro #1)



SERIE PRECUELA LA FORJA DE LUKE STONE

OBJETIVO PRINCIPAL (Libro #1)

MANDO PRINCIPAL (Libro #2)



LA SERIE DE ESPГЌAS DE KENT STEELE

AGENTE CERO (Libro #1)

OBJETIVO CERO (Libro #2)

CACERГЌA CERO (Libro #3)


CONTENIDO



CAPГЌTULO UNO (#uce128638-4c06-5ca1-adc6-9dbbb5690d32)

CAPГЌTULO DOS (#uf78c83f0-7926-5920-9ecb-1595de01352b)

CAPГЌTULO TRES (#u18ee5489-7392-53c1-acad-a02148a7c34d)

CAPГЌTULO CUATRO (#u76101951-cd44-522d-b816-77bd61022eff)

CAPГЌTULO CINCO (#u533c5d50-c0ef-57e5-9aa9-94fdab00ef88)

CAPГЌTULO SEIS (#ua93c8bbe-097e-5f6d-aff3-a84880cac3b1)

CAPГЌTULO SIETE (#u1ca3b0f7-b35c-5f13-9efc-034499dad38d)

CAPГЌTULO OCHO (#u105535d3-1dc6-5700-8f9b-47a1c05168e1)

CAPГЌTULO NUEVE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DIEZ (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO ONCE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DOCE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TRECE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CATORCE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO QUINCE (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO DIECISÉIS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DIECISIETE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTIDOS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTITRES (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTISÉIS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y UNO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y DOS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y TRES (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y CUATRO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y CINCO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y SEIS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y SIETE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y OCHO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y NUEVE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CUARENTA (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CUARENTA Y UNO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CUARENTA Y DOS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CUARENTA Y TRES (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CUARENTA Y CUATRO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CUARENTA Y CINCO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CUARENTA Y SEIS (#litres_trial_promo)




CAPГЌTULO UNO


25 de junio de 2005

13:45 Hora de MoscГє (5:45 Hora del Este)

130 KilГіmetros al Sudeste de Yalta

El Mar Negro



—Estoy harto de esperar, —le dijo el gordo piloto del submarino a Reed Smith. —Vamos a hacerlo ya. —Smith se sentó en la cubierta del Explorador del Egeo, un barco pesquero viejo y hecho polvo que había sido adaptado para descubrimientos arqueológicos. Estaba fumando un cigarrillo turco, bebiendo una lata de Coca-Cola y absorbiendo el calor del día de sol, la sensación de aire salado y seco, y la llamada de las gaviotas que se congregaban en el cielo alrededor del barco.

El sol del mediodГ­a se elevaba por encima de sus cabezas y ahora empezaba a arrastrarse hacia el oeste. La tripulaciГіn cientГ­fica todavГ­a estaba dentro de la timonera del barco, fingiendo hacer cГЎlculos sobre el paradero de un antiguo buque mercante griego, que descansa en el barro a 350 metros bajo la superficie de este hermoso mar azul.

A su alrededor habГ­a aguas abiertas, las olas brillaban al sol.

—¿Qué prisa hay? —dijo Smith. Seguía teniendo resaca de las dos noches anteriores. El Explorador del Egeo había estado atracado durante varios días en el puerto turco de Samsun. Sin nada más que hacer, Smith había estado probando la vida nocturna local.

A Smith le gustaba vivir en compartimentos hermГ©ticos. PodГ­a salir a beber y a divertirse con prostitutas en una ciudad extraГ±a, sin acordarse de las personas de otros lugares que lo matarГ­an si tuvieran la oportunidad. PodГ­a sentarse en esta cubierta, disfrutar de un cigarro y de la belleza de las aguas que lo rodeaban, sin pensar en cГіmo, en un momento, estarГ­a conectГЎndose a los cables de comunicaciГіn rusos a cien pisos por debajo de la superficie de esas aguas. Y vivir en compartimentos significaba que Г©l no disfrutaba con las personas que estaban pensando constantemente, anticipando, buscando entre los contenidos de un compartimiento y poniГ©ndolos en otro. A la gente le gusta este piloto de submarino.

—¿Qué tipo de equipo de arqueología se zambulle a media tarde? —dijo el piloto. — Deberíamos haber bajado por la mañana.

Smith no dijo una palabra. La respuesta deberГ­a ser lo suficientemente obvia.

El Explorador del Egeo habГ­a trabajado en aguas, no sГіlo del Egeo, sino tambiГ©n del Mar Negro y el Mar de Azov. En apariencia, el Explorador estaba buscando restos de naufragios, abandonados por antiguas civilizaciones extintas.

El Mar Negro en particular era un lugar excelente para buscar restos de naufragios. El agua de aquГ­ era anГіxica, lo que significaba que por debajo de los 150 metros casi no habГ­a oxГ­geno. La vida marina era escasa allГ­ abajo, y lo poco que habГ­a allГ­ eran mГЎs bien variedades de bacterias anaerobias.

Eso significaba que los objetos que caГ­an al fondo del mar estaban muy bien conservados. AllГ­ habГ­a barcos de la Edad Media, en los que los buzos modernos habГ­an encontrado miembros de una tripulaciГіn, todavГ­a vestidos con la ropa que usaban cuando murieron.

A Reed Smith le gustarГ­a ver algo asГ­. Por supuesto, tendrГ­a que esperar a otro momento. No estaban aquГ­ para bucear en un naufragio.

El Explorador del Egeo y su misiГіn eran mentira. La InvestigaciГіn Internacional PoseidГіn, la organizaciГіn que poseГ­a y tripulaba el Explorador del Egeo, tambiГ©n era una mentira. Reed Smith era una mentira. La verdad era que todos los hombres a bordo de este barco eran empleados de un operador de Г©lite encubierto cedido, o un profesional autГіnomo contratado temporalmente por la Agencia Central de Inteligencia.

—Equipo del Nereus, carguen, —dijo una voz plana por el altavoz.

El Nereus era un pequeГ±o submarino amarillo brillante, conocido en el mercado como sumergible. Su cabina era una burbuja acrГ­lica perfectamente redonda. Esa burbuja, de aspecto frГЎgil, resistirГ­a la presiГіn a una profundidad de mil metros, presiГіn cien veces mayor que en la superficie.

Smith arrojГі su cigarrillo al agua.

Los dos hombres avanzaron hacia el sumergible. A ellos se uniГі un tercer hombre, un tipo fuerte y musculoso de unos veinte aГ±os, con una profunda cicatriz en el lado izquierdo de la cara. TenГ­a un corte de pelo de estilo militar. Sus ojos eran muy afilados. Afirmaba ser un biГіlogo marino llamado Eric Davis.

El chico olГ­a a operaciones especiales, todo Г©l. Apenas habГ­a hablado una palabra todo el tiempo que habГ­an estado en el barco.

El Nereus amarillo brillante descansaba sobre una plataforma de metal. ParecГ­a un robot amistoso de una pelГ­cula de ciencia ficciГіn, incluso tenГ­a dos brazos robГіticos negros de metal, que le salГ­an de la parte delantera. Una grГєa pesada se alzaba desde la cubierta del barco, lista para levantar el Nereus hacia el agua. Dos hombres vestidos con trajes de color naranja esperaban para enganchar el Nereus al grueso cable del que estarГ­a suspendido.

Smith y sus dos compaГ±eros de tripulaciГіn subieron las escaleras y treparon, de uno en uno, a travГ©s de la escotilla principal. El chico de operaciones especiales fue el primero, ya que se sentarГ­a en la parte de atrГЎs. Luego entrГі el piloto.

Smith entrГі el Гєltimo, dejГЎndose caer en el asiento del copiloto. Justo frente a Г©l estaban los controles de los brazos del robot. A su alrededor estaba la clara burbuja de la cabina. ExtendiГі la mano y tirГі de la escotilla, que se cerrГі detrГЎs de Г©l, girando la vГЎlvula para sellarla y bloquearla.

Estaba hombro con hombro con el piloto gordo, Bolger. El cristal de la cabina no estaba a mГЎs de medio metro de su cara, y a quince centГ­metros de su hombro derecho.

HacГ­a calor dentro de este orbe, y se estaba calentando cada vez mГЎs.

— Acogedor, —dijo Smith, sin disfrutar de la sensación más de lo que lo hacía cuando estaba entrenando para esta situación. Una persona claustrofóbica no habría durado ni tres minutos dentro de esta cosa.

— Acostúmbrate, —dijo el piloto. —Vamos a estar un rato aquí dentro.

Tan pronto como Smith sellГі la escotilla, el Nereus cobrГі vida. Los hombres lo habГ­an enganchado al cable y la grГєa lo levantГі hacia el agua. Smith mirГі hacia atrГЎs. Uno de los hombres con los monos de color naranja estaba montado en la estrecha cubierta exterior del Nereus. SostenГ­a el cable con una mano enguantada.

En un momento, se quedaron suspendidos, a una altura de dos pisos en el aire. La grГєa los bajГі al agua, el barco pesquero verde se cernГ­a sobre ellos ahora. Una Zodiac apareciГі con un hombre a bordo, moviГ©ndose rГЎpido. El hombre de la cubierta exterior se ocupГі de soltar las correas del cable y luego se montГі en la Zodiac.

Una voz llegó por la radio. —Nereus, aquí el mando del Explorador del Egeo. Iniciad las pruebas.

— Roger, —dijo el piloto. —Iniciando. —El hombre tenía una serie de controles frente a él. Presionó un botón en la parte superior de la palanca que sostenía en la mano. Luego comenzó a accionar los interruptores, su carnosa mano izquierda se movía de un lado a otro en rápida sucesión. Su mano derecha se quedó en la palanca de mando. El aire fresco y oxigenado comenzó a soplar en el pequeño módulo. Smith respiró hondo. Le venía muy bien a su cara sudorosa. Se había comenzado a recalentar durante ese minuto.

La voz del piloto y la radio intercambiaron informaciГіn, hablГЎndose entre sГ­ a medida que el submarino se balanceaba suavemente, hacia adelante y luego hacia atrГЎs. El agua burbujeГі y se elevГі a su alrededor. En unos segundos, la superficie del Mar Negro estaba justo encima de sus cabezas. Smith y el hombre de atrГЎs permanecieron callados, dejando que el piloto hiciera su trabajo. No eran otra cosa que completos profesionales.

— Iniciad una navegación silenciosa, —dijo la voz.

—Navegación silenciosa, —dijo el piloto. — Nos vemos por la noche.

—Buena suerte, Nereus.

El piloto hizo algo que ningГєn piloto de sumergible civil en busca de un naufragio podrГ­a haber hecho. ApagГі la radio. Luego apagГі su baliza de localizaciГіn. Sus lГ­neas vitales con la superficie se cortaron.

ВїPodrГ­a el Explorador del Egeo seguir viendo al Nereus en el sonar? Por supuesto. Pero el Explorador sabГ­a dГіnde estaba el Nereus. En poco tiempo, ni siquiera eso serГ­a verdad. El Nereus era un pequeГ±o punto en un vasto mar.

A todos los efectos, el Nereus se habГ­a ido.

Reed Smith respirГі hondo otra vez. Esta debГ­a ser la trigГ©sima vez que se habГ­a sumergido en una de estas cosas, durante el entrenamiento y en el mundo real, pero todavГ­a no se habГ­a acostumbrado. A sГіlo cuatro metros y medio de profundidad, el mar se habГ­a vuelto azul brillante, a medida que la luz solar de la superficie se dispersaba y se absorbГ­a. En el espectro de color, el rojo se absorbГ­a primero, proyectando una pГЎtina azul sobre el mundo submarino.

Se volviГі mГЎs azul y mГЎs oscuro cuando el submarino se hundiГі en las profundidades.

— Es hermoso, —dijo Eric Davis detrás de ellos.

— Sí, lo es, —dijo el piloto. — Nunca me canso de esto.

Cayeron a travГ©s del agua hacia la oscuridad profunda y en calma. No era completa, sin embargo. Smith sabГ­a que una pequeГ±a cantidad de luz de la superficie todavГ­a llegaba hasta ellos. Esta era la capa crepuscular. Debajo de ellos, aГєn mГЎs profundo, era medianoche.

El negro los envolviГі. El piloto no encendiГі las luces; en su lugar, navegГі con sus instrumentos. Ahora no habГ­a nada que ver.

Smith se dejГі llevar. CerrГі los ojos y respirГі hondo. Luego otra vez y una vez mГЎs. DejГі que la resaca se apoderara de Г©l. TenГ­a un trabajo que hacer, pero aГєn no. El piloto, Bolger, se lo dirГ­a cuando llegara el momento. Ahora sГіlo flotaba en su mente. Era una sensaciГіn agradable, escuchar el zumbido de los motores y el murmullo suave y ocasional de los dos hombres que estaban en la cГЎpsula con Г©l, mientras hablaban un poco sobre esto o aquello.

El tiempo pasГі. Posiblemente mucho tiempo.

—¡Smith! —silbó Bolger. —¡Smith! Despierta.

Habló sin abrir los ojos. —No estoy dormido. ¿Ya hemos llegado?

—No. Tenemos un problema.

Los ojos de Smith se abrieron de golpe. Se sorprendiГі al ver una oscuridad casi total por todas partes a su alrededor. Las Гєnicas luces provenГ­an del brillo rojo y verde del panel de instrumentos. Problema no era la palabra que querГ­a escuchar a cientos de metros bajo la superficie del Mar Negro.

— ¿Qué pasa?

El dedo rechoncho de Bolger seГ±alГі la pantalla de la sonda. HabГ­a algo grande allГ­, tal vez a tres kilГіmetros al noroeste. Si no era una ballena azul, que casi seguro que no lo era, entonces era un buque de algГєn tipo, probablemente un submarino. Y sГіlo habГ­a un paГ­s, que Smith supiera, que operaba submarinos reales en estas aguas.

— Ah, demonios, ¿por qué has encendido el sonar?

— Tenía un mal presentimiento, —dijo Bolger. — Quería asegurarme de que estábamos solos.

— Bueno, está claro que no lo estamos, —dijo Smith. —Y tú les estás avisando de nuestra presencia.

Bolger sacudió la cabeza. —Ya sabían que estábamos aquí. —señaló dos puntos mucho más pequeños, detrás de ellos, hacia el sur. Señaló un punto similar más adelante y justo hacia el este, a menos de un kilómetro de distancia. —¿Ves esos? No está bien. Están convergiendo hacia nuestra ubicación.

Smith se pasó una mano por la cabeza. —¿Davis?

—No es asunto mío, —dijo el hombre de atrás. —Estoy aquí para rescatar vuestros culos y hundir el submarino, en caso de un mal funcionamiento del sistema o un error del piloto. No estoy en condiciones de captar a un enemigo desde aquí dentro. Y en estas profundidades no podría, aunque quisiera, ni abrir la escotilla. Demasiada presión.

Smith asintió con la cabeza. —Sí. —miró el piloto. — ¿Distancia hasta el objetivo?

Bolger sacudió la cabeza. — Demasiado lejos.

—¿Punto de encuentro?

— Olvídalo.

— ¿Podemos evadirnos?

Bolger se encogiГі de hombros. ВїEn esto? Supongo que podemos intentarlo.

—Aplica una acción evasiva, —Smith estuvo a punto de decirlo, pero no tuvo la oportunidad. De repente, una luz brillante se encendió directamente frente a ellos. El efecto en la pequeña cápsula fue cegador.

—Date la vuelta, —dijo Smith, protegiéndose los ojos. — Hostiles.

El piloto hizo girar bruscamente el Nereus a 360 ​​grados. Antes de que pudiera terminar la maniobra, otra luz cegadora se encendió detrás de ellos. Estaban rodeados, por delante y por detrás, por sumergibles como este. Como este, ya que Smith estaba familiarizado con los sumergibles enemigos. Los habrían diseñado y construido de nuevo en la década de 1960, durante la era de las calculadoras de bolsillo.

Casi golpea la pantalla frente a Г©l. ВЎMaldita sea! Seguramente no tuvo en cuenta ese gran objeto mГЎs allГЎ, probablemente un cazador-asesino.

La misiГіn, altamente clasificada, iba a ser una birria. Pero eso no era lo peor de todo, ni de cerca. Lo peor de todo era el propio Reed Smith. No podГ­a ser capturado, bajo ningГєn concepto.

—Davis, ¿opciones?

—Puedo escabullirme con el equipo de aquí, —dijo Davis. — Pero, personalmente, me parece mejor dejar que se queden con este pedazo de chatarra y vivir para luchar otro día.

Smith gruГ±Гі. No podГ­a ver nada y sus Гєnicas opciones eran morir dentro de esta burbuja, o... Г©l no querГ­a pensar en las otras opciones.

Estupendo. ВїDe quiГ©n era otra vez esta idea?

Se agachГі hasta llegar a la pantorrilla y abriГі la cremallera de sus pantalones militares. HabГ­a una pequeГ±a Derringer de dos disparos pegada a su pierna. Era su arma suicida. Se arrancГі la cinta de la pantorrilla, apenas sintiГі que le arrancaba el vello. Se llevГі la pistola a la cabeza y respirГі hondo.

—¿Qué estás haciendo? —dijo Bolger, con voz alarmante. —No puedes disparar eso aquí. Harás un agujero en esta cosa. Estamos a mil pies bajo la superficie.

Hizo un gesto hacia la burbuja que los rodeaba.

Smith sacudió la cabeza. —Tú no lo entiendes.

De repente, el chico de operaciones especiales estaba detrГЎs de Г©l. El niГ±o se retorciГі como una gran serpiente y cogiГі la muГ±eca de Smith de un fuerte apretГіn. ВїCГіmo se habГ­a movido tan rГЎpido, en un espacio tan reducido? Por un momento, gruГ±eron y lucharon, apenas eran capaces de moverse. El antebrazo del chico estaba alrededor de la garganta de Smith. GolpeГі la mano de Smith contra la consola.

—¡Suéltala! —gritó. —¡Suelta el arma!

Ahora el arma ya no estaba. Smith empujГі hacia abajo con las piernas y se tirГі hacia atrГЎs, tratando de zafarse del chico.

—Tú no sabes quién soy yo.

— ¡Parad! —gritó el piloto. —¡Dejad de pelear! Estáis golpeando los controles.

Smith logrГі salir de su asiento, pero ahora el chico estaba encima de Г©l. Era fuerte, inmensamente fuerte, y obligГі a Reed a tumbarse entre el asiento y el borde del submarino. EncajГі a Reed allГ­ y lo empujГі hasta que se hizo una pelota. El chico estaba ahora encima de Г©l, respirando con dificultad. Su aliento a cafГ© estaba en la oreja de Reed Smith.

—Puedo matarte, ¿de acuerdo? —dijo el chico. — Puedo matarte. Si eso es lo que tenemos que hacer, vale. Pero no puedes disparar el arma aquí. El otro tipo y yo queremos vivir.

—Tengo grandes problemas —dijo Reed. — Si me preguntan... Si me torturan...

—Lo sé —dijo el chico. —Lo entiendo.

Hizo una pausa, su aliento se convirtiГі en una lima ГЎspera.

—¿Quieres que te mate? Lo haré. Depende de ti.

Reed lo pensГі. El arma lo habrГ­a hecho mГЎs fГЎcil. Nada en que pensar. Un apretГіn rГЎpido del gatillo, y luego... lo que sea que sucediera despuГ©s. Pero disfrutaba de esta vida. Г‰l no querГ­a morir ahora. Era posible que pudiera resolver esto. Puede que no descubrieran su identidad. Puede que no lo torturaran.

Todo esto podrГ­a ser una simple cuestiГіn de que los rusos confiscaran un submarino de alta tecnologГ­a y luego hicieran un intercambio de prisioneros, sin hacer muchas preguntas. Tal vez.

Su respiración comenzó a calmarse. Él nunca debería haber estado aquí, en primer lugar. Sí, sabía cómo conectar los cables de comunicación. Sí, tenía experiencia submarina. Sí, era un tipo hábil. Pero…

El interior del submarino todavГ­a estaba baГ±ado por una luz brillante y cegadora. Acababan de ofrecerle un gran espectГЎculo a los rusos.

La cuestiГіn en sГ­ costarГ­a algunas preguntas.

Pero Reed Smith querГ­a vivir.

—Está bien, —dijo. —De acuerdo. No me mates, déjame levantarme. No voy a hacer nada.

El chico comenzГі a levantarse. Se tomГі un momento. El espacio en el submarino era tan estrecho, que parecГ­an dos personas derribadas y muriendo en medio de la multitud de la Meca. Era difГ­cil desenredarse.

En unos minutos, Reed Smith volviГі a su asiento. HabГ­a tomado su decisiГіn. Esperaba que fuera la correcta.

—Enciende la radio, —le dijo a Bolger. —Vamos a ver qué dicen estos bromistas.




CAPГЌTULO DOS


10:15 Hora del Este

Gabinete de Crisis

La Casa Blanca, Washington, DC



—Parece que ha sido una misión mal diseñada, —dijo un asistente. —El problema aquí es la negación plausible.

David Barrett, de casi un metro ochenta de altura, mirГі hacia el hombre. El ayudante era rubio, de cabello fino, un poco gordo, con un traje que le quedaba demasiado grande por los hombros y demasiado pequeГ±o alrededor de la cintura. El hombre se llamaba Jepsum. Era un nombre desafortunado para un hombre desafortunado. A Barrett no le gustaban los hombres que medГ­an menos de un metro ochenta y no le gustaban los hombres que no se mantenГ­an en forma.

Barrett y Jepsum se movГ­an rГЎpidamente por los pasillos del Ala Oeste, hacia el ascensor que los llevarГ­a al Gabinete de Crisis.

—¿Sí? —dijo Barrett, cada vez más impaciente. —¿Negación plausible?

Jepsum sacudió la cabeza. —Correcto. No tenemos ninguna.

Una falange de personas caminaba junto a Barrett, delante de Г©l, detrГЎs de Г©l, a su alrededor: ayudantes, pasantes, hombres del Servicio Secreto, personal de varios tipos. Una vez mГЎs, y como siempre, no tenГ­a ni idea de quiГ©nes eran la mitad de estas personas. Eran una masa enmaraГ±ada de humanos, que avanzaba a toda velocidad, y Г©l les sacaba una cabeza a casi todos ellos. El mГЎs bajo de ellos podrГ­a pertenecer a una especie completamente diferente a la suya.

La gente de baja estatura frustraba a Barrett y mГЎs aГєn, verlos todos los dГ­as. David Barrett, el Presidente de Estados Unidos, habГ­a vuelto al trabajo demasiado pronto.

SГіlo habГ­an pasado seis semanas desde que su hija Elizabeth fue secuestrada por terroristas y luego rescatada por comandos estadounidenses, en una de las operaciones encubiertas mГЎs arriesgadas de los Гєltimos tiempos. Г‰l se vino abajo durante la crisis. HabГ­a dejado de interpretar su papel, ВїquiГ©n podrГ­a culparlo? DespuГ©s, habГ­a estado destrozado, agotado, y tan aliviado de que Elizabeth estuviera sana y salva, que no tenГ­a palabras para expresarlo plenamente.

Toda la multitud se metiГі en el ascensor, amontonГЎndose en su interior como sardinas en lata. Dos hombres del Servicio Secreto entraron con ellos en el ascensor. Eran hombres altos, uno negro y otro blanco. Las cabezas de Barrett y sus protectores se cernГ­an sobre todos los demГЎs como estatuas de la Isla de Pascua.

Jepsum todavía lo estaba mirando, sus ojos tan sinceros casi parecían los de una cría de foca. —... y su embajada ni siquiera va a reconocer nuestras comunicaciones. Después del fiasco del mes pasado en las Naciones Unidas, no creo que podamos anticipar mucha cooperación.

Barrett no podГ­a seguir a Jepsum, pero a lo que sea que estuviera diciendo, le faltaba contundencia. ВїNo tenГ­a el Presidente a su disposiciГіn hombres mГЎs fuertes que este?

Todos hablaban a la vez. Antes de que Elizabeth fuera secuestrada, Barrett solГ­a lanzar una de sus legendarias diatribas sГіlo para que la gente se callara. Pero, Вїy ahora? Г‰l simplemente permitГ­a a todo este barullo de gente que divagara, el ruido del parloteo le llegaba como una forma de mГєsica sin sentido. DejГі que lo impregnara.

Barrett habГ­a vuelto al trabajo hacГ­a ya cinco semanas y el tiempo habГ­a pasado en una imagen borrosa. HabГ­a despedido a su Jefe del Estado Mayor, Lawrence Keller, a raГ­z del secuestro. Keller era otro tapГіn, un metro sesenta y cinco en el mejor de los casos, y Barrett habГ­a llegado a sospechar que Keller le era desleal. No tenГ­a ninguna evidencia de ello y ni siquiera podГ­a recordar bien por quГ© lo creГ­a, pero, en cualquier caso, pensГі que deshacerse de Keller era lo mejor.

Pero ahora, Barrett estaba sin la calma suave y gris de Keller y sin su implacable eficiencia. Cuando Keller se fue, Barrett sintiГі que iba a la deriva, con cabos sueltos, incapaz de dar sentido a la avalancha de crisis, mini desastres e informaciГіn banal que lo bombardeaban a diario.

David Barrett comenzaba a pensar que estaba teniendo otra crisis. TenГ­a problemas para dormir. ВїProblemas? Apenas podГ­a dormir. A veces, cuando estaba solo, comenzaba a hiperventilar. Algunas veces, a altas horas de la noche, se encontraba encerrado en su baГ±o privado, llorando en silencio.

PensГі que le sentarГ­a bien ir a terapia, pero cuando eres el Presidente de Estados Unidos, tener trato con un psiquiatra no es una opciГіn. Si los periГіdicos se enteraran, y los canales de televisiГіn por cable... no querГ­a pensar en eso.

SerГ­a el fin, por decirlo suavemente.

El ascensor se abriГі hacia la sala del Gabinete de Crisis, con forma ovalada. Era moderna, como la cabina de mando de una nave espacial de la televisiГіn. HabГ­a sido diseГ±ada para aprovechar al mГЎximo el espacio: pantallas grandes incrustadas en las paredes cada medio metro y una pantalla de proyecciГіn gigante en la pared del fondo, al final de la mesa.

A excepciГіn del propio asiento de Barrett, todos los lujosos asientos de cuero en la mesa ya estaban ocupados: hombres con sobrepeso vestidos con trajes, hombres delgados y militares con uniforme, rectos como palos. Un hombre alto vestido con uniforme de gala estaba en la cabecera de la mesa.

Altura. Era tranquilizador de alguna manera. David Barrett era alto, y durante la mayor parte de su vida habГ­a sido una persona sumamente segura. Este hombre que se preparaba para dirigir la reuniГіn tambiГ©n deberГ­a estar seguro de sГ­ mismo. De hecho, exudaba confianza y mando. Este hombre, este general de cuatro estrellas...

Richard Stark.

Barrett recordaba que no se preocupaba mucho por Richard Stark. Pero en este momento, Г©l no se preocupaba mucho por nadie. Y Stark trabajaba en el PentГЎgono. Tal vez el general podrГ­a arrojar algo de luz a este Гєltimo y misterioso revГ©s.

—Cálmense, —dijo Stark, cuando parte de la multitud que había salido del ascensor se movía hacia sus asientos.

—¡Señores! Cálmense. El Presidente está aquí.

La sala quedГі en silencio. Algunas personas continuaron murmurando, pero incluso eso se extinguiГі rГЎpidamente.

David Barrett se sentГі en su silla de respaldo alto.

—Está bien, Richard, —dijo. —No importan los preliminares. No importa la lección de historia. Ya hemos escuchado todo eso antes. Sólo dime, en el nombre de Dios, qué está pasando.

Stark deslizГі unas gafas de lectura negras sobre su rostro y mirГі las hojas de papel en su mano. RespirГі hondo y suspirГі.

En las pantallas alrededor de la sala, apareciГі una masa de agua.

—Lo que estamos viendo en las pantallas es el Mar Negro, —dijo el general. —Hasta donde sabemos, hace unas dos horas, un pequeño sumergible con tres hombres, propiedad de una compañía estadounidense llamada Poseidon Research estaba operando muy por debajo de la superficie, en aguas internacionales, a más de cien kilómetros al sureste de Yalta, en la península de Crimea. Parece haber sido interceptado y capturado por integrantes de la Armada rusa. La misión declarada del submarino era encontrar y marcar la ubicación de un antiguo barco comercial griego, que se cree que se hundió en esas aguas hace casi mil quinientos años.

El Presidente Barrett mirГі al general mientras cogГ­a aire. Eso no parecГ­a nada malo. ВїA quГ© venГ­a todo este alboroto?

Un submarino civil estaba haciendo exploraciГіn arqueolГіgica en aguas internacionales. Los rusos estaban reconstruyendo su fuerza despuГ©s de unos quince aГ±os desastrosos, mГЎs o menos, y querГ­an que el Mar Negro volviera a ser su propio lago privado. Entonces se habГ­an irritado y se habГ­an pasado de la raya. Bien, habГ­a que presentar una queja ante la embajada y recuperar a los cientГ­ficos. Tal vez incluso recuperar tambiГ©n el submarino. Todo era un malentendido.

—Perdóneme, general, pero esto parece algo que deberían resolver los diplomáticos. Aprecio que se nos informe de progresos de este tipo, pero parece que va a ser fácil resolver la crisis en este caso; le diremos al embajador…

—Señor, —dijo Stark. —Me temo que es un poco más complicado que eso.

Eso molestó enseguida a Barrett, el hecho de que Stark lo interrumpiera frente a una sala llena de gente. —Está bien, —dijo. —Pero ya puede ser bueno.

Stark sacudió la cabeza y volvió a suspirar. —Sr. Presidente, la Poseidon Research International es una compañía financiada y dirigida por la Agencia Central de Inteligencia. Es una tapadera. El sumergible en cuestión, el Nereus, se hacía pasar por un buque de investigación civil. De hecho, estaba en una misión clasificada, bajo los auspicios del Grupo de Operaciones Especiales de la CIA y el Mando Conjunto de Operaciones Especiales. Los tres hombres capturados incluyen a un civil con autorizaciones de seguridad de alto nivel, un agente especial de la CIA, y un miembro de los Navy SEAL.

Por primera vez en mГЎs de un mes, David Barrett sintiГі una vieja sensaciГіn familiar surgir dentro de Г©l, ira. Era un sentimiento que disfrutaba. ВїHabГ­an enviado a un submarino a una misiГіn de espionaje en el Mar Negro? Barrett no necesitaba el mapa de la pantalla para saber la geopolГ­tica implicada.

—Richard, con perdón de la expresión, pero ¿qué demonios estábamos haciendo con un submarino espía en el Mar Negro? ¿Queremos entrar en guerra con los rusos? El Mar Negro es su patio trasero.

—Señor, con el debido respeto, esas son aguas internacionales abiertas a la navegación, y tenemos la intención de mantenerlas así.

Barrett sacudió la cabeza. Por supuesto que sí. — ¿Qué estaba haciendo allí el submarino?

El general tosió. —Tenía la misión de conectarse a los cables de comunicación rusos, en el fondo del Mar Negro. Como sabe, desde el colapso de la Unión Soviética, los rusos arriendan el antiguo puerto naval soviético en Sebastopol a los ucranianos. Ese puerto era el pilar de la flota soviética en la región y tiene el mismo propósito para la Armada rusa. Como puede imaginar, el acuerdo es extraño.

—Las líneas telefónicas rusas y los cables de comunicación por ordenador atraviesan el territorio ucraniano en Crimea hasta la frontera con Rusia. Mientras tanto, las tensiones han aumentado entre Rusia y Georgia, justo al sur de ese punto. Nos preocupa que pueda estallar una guerra, si no ahora, en un futuro cercano.

—Georgia es muy amigable con nosotros y queremos que ellos y Ucrania se unan a la OTAN algún día. Hasta que se unan a la OTAN, son vulnerables a un ataque ruso. Recientemente, los rusos han colocado cables de comunicación a lo largo del fondo del mar desde Sebastopol hasta Sochi, eludiendo por completo los cables que cruzan Crimea.

—La misión del Nereus era encontrar la ubicación de esos cables y, si era posible, acceder a ellos. Si los rusos deciden atacar Georgia, la flota de Sebastopol lo sabrá de antemano. Nosotros queremos saberlo, también.

Stark hizo una pausa.

—Y la misión ha sido un fracaso total, —dijo David Barrett.

El general Stark no lo discutiГі.

—Sí, señor. Lo ha sido.

Barrett tenГ­a que concederle crГ©dito por eso. Muchas veces, estos tipos venГ­an aquГ­ y trataban de convertir una mierda en oro, justo delante de sus ojos. Bueno, Barrett ya no iba a tolerarlo, y Stark habГ­a obtenido un par de puntos, por no intentarlo siquiera.

—Por desgracia, señor, el fracaso de la misión no es realmente el mayor problema al que nos enfrentamos. La cuestión que debemos abordar en este momento es que los rusos no han reconocido que han tomado el submarino. También se niegan a responder a nuestras preguntas sobre su paradero, o las condiciones a las que se han enfrentado los hombres que estaban a bordo. Por el momento, no estamos seguro de si esos hombres están vivos o muertos.

—¿Sabemos con certeza que interceptaron el submarino?

Stark asintió con la cabeza. —Sí. El submarino está equipado con una baliza de localización por radio, que se había apagado. Pero también está equipado con un pequeño chip de ordenador que transmite su ubicación al sistema de posicionamiento global por satélite. El chip sólo funciona cuando el submarino está en la superficie. Los rusos parecen no haberlo detectado todavía. Está incrustado en lo más profundo de los sistemas mecánicos. Tendrían que desarmar todo el submarino, o destruirlo, para que el chip dejara de funcionar. Mientras tanto, sabemos que han elevado el submarino a la superficie, y lo han llevado a un pequeño puerto a varios kilómetros al sur de Sochi, cerca de la frontera con la ex república soviética de Georgia.

¿Y los hombres? —dijo Barrett.

Stark asintió y se encogió de hombros. —Creemos que están dentro del barco.

—¿Nadie sabe que se ha llevado a cabo esta misión?

—Sólo nosotros y ellos, —dijo Stark. — Nuestra mejor suposición es que puede haber habido una filtración de información reciente entre los participantes de la misión, o dentro de las agencias involucradas. Odiamos pensar eso, pero la Poseidon Research ha operado al descubierto durante dos décadas, y nunca antes ha habido indicios de que se hubiera violado su seguridad.

Entonces se le ocurriГі una idea extraГ±a a David Barrett.

ВїCuГЎl es el problema?

Ha sido una misiГіn secreta. Los periГіdicos no saben nada al respecto. Y los hombres involucrados conocГ­an bien los riesgos que corrГ­an. La CIA conocГ­a los riesgos. Los jefazos del PentГЎgono conocГ­an los riesgos. En algГєn nivel, deben haber sabido lo estГєpido que era. Ciertamente, nadie le habГ­a pedido permiso al Presidente de los Estados Unidos para llevar a cabo la misiГіn. SГіlo se habГ­a enterado del asunto despuГ©s de que hubiera acontecido el desastre.

Ese era uno de los aspectos que menos le gustaban, al tratar con la llamada “comunidad de inteligencia”. Tendían a contarle las cosas después de que ya era demasiado tarde para hacer algo al respecto.

Por un instante, se sintiГі como un padre enfadado, que acaba de enterarse de que su hijo adolescente habГ­a sido arrestado por vandalismo, por la policГ­a local. Deja que el niГ±o se pudra en la cГЎrcel una noche. IrГ© a recogerlo por la maГ±ana.

— ¿Podemos dejarlos allí? —dijo él.

Stark levantó una ceja. —¿Señor?

Barrett mirГі alrededor de la habitaciГіn. Todos los ojos estaban pendientes de Г©l. Era extremadamente sensible a las dos docenas de pares de ojos. Ojos jГіvenes en las filas de atrГЎs, ojos marchitos con patas de gallo alrededor de la mesa, ojos de bГєho detrГЎs de gafas. Pero los ojos, que normalmente mostraban tanta deferencia, ahora parecГ­an mirarlo de otra manera. Ese algo podrГ­a ser confusiГіn, o podrГ­a ser un comienzo de...

ВїLГЎstima?

— ¿Podemos dejarlos allí y negociar tranquilamente su liberación? Eso es lo que estoy pidiendo. ¿Aunque nos lleve algo de tiempo? ¿Aunque nos lleve un mes? ¿Seis meses? Parece que las negociaciones serían una forma de evitar otro incidente más.

—Señor, —dijo el general. —Me temo que no podemos hacer eso. El incidente ya ha sucedido.

—Bien, —dijo Barrett.

Y asГ­ como asГ­, se cerrГі en banda. Con tranquilidad, como el chasquido de las ramas. Pero ya habГ­a tenido suficiente. El hombre lo habГ­a contradicho demasiadas veces. ВїSe daba cuenta de con quiГ©n estaba hablando? Barrett seГ±alГі al general con un largo dedo.

—El caballo ya está fuera del granero. ¿Es eso lo que me estás diciendo? ¡Hay que hacer algo! Tú y tus títeres en la sombra habéis hecho una jugada estúpida, sobrepasando los límites por vuestra propia cuenta y ahora queréis que el gobierno oficial, elegido popularmente, os saque de vuestro embrollo. Otra vez.

Barrett sacudió la cabeza. —Estoy harto de eso, General. ¿Qué te parece? No puedo soportarlo más. ¿De acuerdo? Mi instinto ahora me dicta dejar a esos hombres con los rusos.

David Barrett volviГі a observar los ojos en la sala. Muchos de ellos ahora estaban mirando hacia otro lado, a la mesa frente a ellos, al General Stark, a los brillantes informes encuadernados con anillas de plГЎstico. Hacia cualquier lugar, menos hacia su Presidente. Era como si hubiera tenido un accidente en los pantalones que apestaba. Era como si supieran algo que Г©l no sabГ­a.

Stark confirmГі al instante la verdad sobre eso.

—Señor Presidente, no iba a hablar de esto, pero no me deja otra alternativa. Uno de los hombres de esa tripulación ha tenido acceso a información de naturaleza altamente sensible. Ha sido una parte integrante de las operaciones encubiertas en tres continentes durante más de una década. Tiene un conocimiento enciclopédico de las redes de espionaje estadounidenses, dentro de Rusia y China, para empezar, por no hablar de Marruecos y Egipto, así como Brasil, Colombia y Bolivia. En algunos casos, él mismo estableció esas redes.

Stark hizo una pausa. La sala estaba completamente en silencio.

—Si los rusos torturan a este hombre durante el interrogatorio, las vidas de docenas de personas, muchas de ellas importantes activos de inteligencia, podrían perderse. Peor que eso, la información a la que esas personas tienen acceso se volvería transparente para nuestros oponentes, lo que provocaría aún más muertes. Redes extensas, que hemos tardado años en construir, podrían cerrarse en un corto período de tiempo.

Barrett mirГі a Stark. La hiel de estas personas era impresionante.

—¿Qué estaba haciendo ese hombre en la misión, General? —el ácido goteaba en cada palabra.

—Como he indicado, señor, la Poseidon Research International había estado operando durante décadas sin sospecha evidente. El hombre se escondía a plena vista.

—Se escondía... —dijo Barrett lentamente. —A plena vista.

—Así es como se dice, señor. Sí.

Barrett no dijo nada como respuesta, sГіlo lo mirГі. Y Stark finalmente pareciГі darse cuenta de que sus explicaciones no eran lo suficientemente buenas.

—Señor y, de nuevo, con todo el respeto, no he tenido nada que ver con la planificación o ejecución de esta misión. No sabía nada al respecto hasta esta mañana. No formo parte del Mando Conjunto de Operaciones Especiales, ni estoy contratado por la Agencia Central de Inteligencia. Sin embargo, sí tengo confianza plena en el juicio de los hombres y mujeres que hacen...

Barrett agitГі las manos sobre su cabeza, como si dijera ALTO.

—¿Cuáles son nuestras opciones, General?

—Señor, sólo tenemos una opción. Necesitamos rescatar a esos hombres. Tan rápido como podamos; si es posible, antes de que comiencen los interrogatorios. También tenemos que hundir ese submarino, eso es primordial. Pero este individuo... tenemos que rescatarlo, o eliminarlo. Mientras esté vivo y en manos de los rusos, tenemos un desastre potencial inminente.

PasГі un momento antes de que David Barrett volviera a hablar. El general querГ­a rescatar a los hombres, lo que sugerГ­a una misiГіn secreta. Pero la razГіn por la que habГ­an sido capturados en primer lugar era una violaciГіn de seguridad. HabГ­a habido un fallo de seguridad, asГ­ que, Вїvamos a planear mГЎs misiones secretas? Era un pensamiento circular, en su mГЎxima expresiГіn. Pero Barrett apenas sintiГі la necesidad de seГ±alarlo. Con suerte, estaba claro incluso para el imbГ©cil mГЎs insensato en esta sala.

Entonces se le ocurriГі una idea. Iba a haber una nueva misiГіn e iba a asignarla, pero no a la CIA o al PentГЎgono. Ellos eran los que habГ­an provocado este problema, y apenas podГ­a confiar en ellos para resolverlo. EstarГ­a hiriendo susceptibilidades al darle el trabajo a otra persona, pero estaba claro que se lo habГ­an buscado.

SonriГі por dentro. Tan dolorosa como era esta situaciГіn, tambiГ©n le presentaba una oportunidad. AquГ­ tenГ­a la oportunidad de recuperar parte de su poder. Era hora de sacar del juego a la CIA y al PentГЎgono, a la NSA, la DIA, a todas estas agencias de espionaje bien establecidas.

Saber lo que estaba a punto de hacer hizo que David Barrett volviera a sentirse como el jefe, por primera vez en mucho tiempo.

—Estoy de acuerdo, —dijo. — Los hombres deberían ser rescatados lo más rápido posible. Y sé exactamente cómo lo vamos a hacer.




CAPГЌTULO TRES


10:55 Hora del Este

Cementerio Nacional de Arlington

Arlington, Virginia



Luke Stone mirГі a Robby MartГ­nez por la trinchera. MartГ­nez estaba gritando.

—¡Vienen por todos lados!

Los ojos de MartГ­nez estaban muy abiertos. Sus armas habГ­an desaparecido. HabГ­a cogido el AK-47 de un TalibГЎn y estaba ensartando con su bayoneta a todos los que saltaban la pared. Luke lo miraba horrorizado. MartГ­nez era una isla, un pequeГ±o bote que luchaba contra una ola de combatientes talibanes.

Y se estaba hundiendo. Luego desapareciГі, debajo de la pila.

Era de noche. SГіlo intentaban resistir hasta el amanecer, pero el sol se negaba a salir. La municiГіn se habГ­a agotado. HacГ­a frГ­o y Luke iba sin camisa. Se la habГ­a arrancado en el fragor del combate.

Combatientes talibanes con turbante y barba se propagaban sobre las paredes, hechas con sacos de arena, del puesto avanzado. Se deslizaban, caГ­an, saltaban. HabГ­a hombres gritando a su alrededor.

Un hombre saltГі la pared con un hacha de metal.

Luke le disparГі en la cara. El hombre yacГ­a muerto contra los sacos de arena, con un agujero abierto donde antes estaba su cara. El hombre no tenГ­a cara y ahora Luke tenГ­a el hacha.

Se metiГі entre los combatientes que rodeaban a MartГ­nez, balanceГЎndose salvajemente. La sangre empezГі a salpicar, mientras los cortaba en rodajas.

MartГ­nez reapareciГі, de alguna manera todavГ­a de pie, apuГ±alando con la bayoneta.

Luke enterrГі el hacha en el crГЎneo de un hombre. El corte era tan profundo que no podГ­a sacarla. Incluso con la adrenalina atravesando su sistema, no tenГ­a la fuerza necesaria. TirГі de ella, tirГі de ella... y se rindiГі. MirГі a MartГ­nez.

—¿Estás bien?

Martínez se encogió de hombros. Su cara estaba roja por la sangre. Su camisa estaba llena de manchas de sangre. ¿De quién era la sangre? ¿Suya? ¿De los otros? Martínez jadeó en busca de aire e hizo un gesto hacia los cuerpos a su alrededor. —He estado mejor, te lo puedo asegurar.

Luke parpadeГі y MartГ­nez se habГ­a ido.

En su lugar habГ­a hilera tras hilera de lГЎpidas blancas, miles de ellas, subiendo por las bajas colinas verdes a lo lejos. Era un dГ­a brillante, soleado y cГЎlido.

En algún lugar detrás de él, un gaitero solitario tocaba “Amazing Grace”.

Seis jГіvenes Soldados del EjГ©rcito llevaban el ataГєd reluciente, cubierto con la bandera estadounidense, hacia la tumba abierta. MartГ­nez habГ­a sido un Soldado antes de unirse a las Delta. Los hombres parecГ­an severos con sus uniformes verdes y sus boinas color cafГ©, pero tambiГ©n parecГ­an jГіvenes. Muy, muy jГіvenes, casi como niГ±os jugando a disfrazarse.

Luke mirГі a los hombres. Apenas podГ­a pensar en ellos. InhalГі profundamente. Estaba agotado. No podГ­a recordar un momento, ni en la academia militar, ni durante el proceso de selecciГіn de las Delta, ni en las zonas de guerra, en que se hubiera encontrado igual de cansado.

El bebГ©, Gunner, su hijo reciГ©n nacido... no dormГ­a. Ni de noche, ni apenas durante el dГ­a. AsГ­ que Г©l y Becca tampoco conseguГ­an dormir. AdemГЎs, parecГ­a como si Becca no pudiera dejar de llorar. El mГ©dico acababa de diagnosticarle depresiГіn posparto, acentuada por el agotamiento.

Su madre se habГ­a mudado a la cabaГ±a para vivir con ellos. No estaba funcionando, ya que la madre de Becca... ВїPor dГіnde empezar? Nunca en su vida habГ­a tenido un trabajo. ParecГ­a desconcertada cada vez que Luke se iba por las maГ±anas, para hacer un largo viaje hasta los suburbios de Washington DC, desde Virginia. ParecГ­a aГєn mГЎs desconcertada cuando Г©l no aparecГ­a hasta por la noche.

La cabaГ±a rГєstica, bellamente situada en un pequeГ±o acantilado sobre la bahГ­a de Chesapeake, habГ­a pertenecido a su familia durante cien aГ±os. HabГ­a estado yendo a la cabaГ±a desde que era una niГ±a y ahora actuaba como si fuera la dueГ±a del lugar. De hecho, ella era la dueГ±a del lugar.

HabГ­a estado insinuando que Becca y el bebГ© deberГ­an mudarse son ella, a su casa en Alexandria. La parte mГЎs difГ­cil para Luke era que la idea comenzaba a parecer sensata.

HabГ­a comenzado a disfrutar las fantasГ­as de llegar a la cabaГ±a despuГ©s de un largo dГ­a, y que el lugar estuviera en silencio. Casi podГ­a visualizarse a sГ­ mismo. Luke Stone abriendo el viejo y ruidoso frigorГ­fico, cogiendo una cerveza, y saliendo al patio trasero. A tiempo para ver el atardecer, sentГЎndose en una silla de jardГ­n y...

ВЎCRACK!

Luke casi echa el corazГіn por la boca.

DetrГЎs de Г©l, un equipo de fusileros compuesto por siete hombres habГ­a disparado una descarga al aire. El sonido hizo eco a travГ©s de las laderas. LlegГі otra salva, y luego otra.

Una salva de veintiГєn caГ±onazos, siete cada vez. Era un honor que no todos merecГ­an. MartГ­nez era un veterano de guerra, altamente condecorado en dos escenarios de guerra. Muerto ahora, por su propia mano. Pero no tenГ­a que haber sido de esa manera.

Tres docenas de militares estaban en formaciГіn cerca de la tumba. Un puГ±ado de Deltas y exDeltas estaban vestidos de paisanos un poco mГЎs lejos. Se podГ­a ver que eran chicos de las Delta porque parecГ­an estrellas de rock. Se vestГ­an como estrellas de rock. Grandes, anchos, con camisetas, chaquetas y pantalones caqui. Barbas espesas y aros en las orejas. Uno de ellos llevaba un corte de pelo estilo mohicano.

Luke estaba solo, vestido con un traje negro, examinando a la multitud, buscando a alguien que esperaba encontrar: un hombre llamado Kevin Murphy.

Cerca del frente habГ­a una fila de sillas plegables blancas. Una mujer de mediana edad vestida de negro era consolada por otra mujer. Cerca de ella, una guardia de honor compuesta por tres Soldados, dos Marines y un Aviador cogieron cuidadosamente la bandera del ataГєd y la doblaron. Uno de los soldados se arrodillГі frente a la mujer en duelo y le presentГі la bandera.

—En nombre del Presidente de los Estados Unidos, —dijo el joven Soldado, con la voz entrecortada, —el Ejército de los Estados Unidos y una nación agradecida, por favor acepte esta bandera como símbolo de nuestro agradecimiento por su honorable hijo y por su fiel servicio.

Luke mirГі a los chicos de las Delta nuevamente. Uno se habГ­a separado del grupo y caminaba solo por una ladera cubierta de hierba, a travГ©s de las lГЎpidas blancas. Era alto y fibroso, con el pelo rubio afeitado cerca de la cabeza, llevaba vaqueros y una camisa celeste. Delgado como era, aun asГ­, tenГ­a hombros anchos y brazos y piernas musculosos. Sus brazos casi parecГ­an demasiado largos para su cuerpo, como los brazos de un jugador de baloncesto de Г©lite. O un pterodГЎctilo.

El hombre caminaba lentamente, sin ninguna prisa en particular, como si no tuviera compromisos apremiantes. Miraba la hierba mientras caminaba.

Murphy.

Luke dejГі el servicio y lo siguiГі colina arriba. CaminГі mucho mГЎs rГЎpido que Murphy, ganГЎndole terreno.

HabГ­a muchas razones por las que MartГ­nez estaba muerto, pero la razГіn mГЎs clara era que se habГ­a volado los sesos en la cama del hospital. Y alguien le habГ­a traГ­do un arma para hacerlo. Luke estaba casi cien por cien seguro de saber quiГ©n era ese alguien.

—¡Murphy! —dijo él. —Espera un minuto.

Murphy levantГі la vista y se dio la vuelta. HacГ­a un momento, parecГ­a perdido en sus pensamientos, pero sus ojos se pusieron instantГЎneamente alerta. Su rostro era delgado, como el de un pГЎjaro, guapo a su manera.

—Luke Stone, —dijo, su tono era plano. No parecía estar contento, ni tampoco disgustado de ver a Luke. Sus ojos eran duros. Como los ojos de todos los muchachos de las Delta, había una fría y calculadora inteligencia allí.

—Déjame acompañarte un minuto, Murph.

Murphy se encogió de hombros. —Haz lo que quieras.

Acompasaron los pasos el uno con el otro. Luke ralentizГі sus zancadas para acomodarse al ritmo de Murphy. Caminaron un momento sin decir una palabra.

—¿Cómo te va? —dijo Luke. Ofreció una delicadeza extraña. Luke había ido a la guerra con este hombre. Habían estado en combate juntos una docena de veces. Tras la muerte de Martínez, eran los dos últimos supervivientes de la peor noche de la vida de Luke. Se podría pensar que había cierta intimidad entre ellos.

Pero Murphy no le mostró nada a Luke. —Estoy bien.

Eso fue todo.

Ni “¿Cómo estás?”, ni “¿Ya habéis tenido al bebé?”, ni “Tenemos que hablar de algunas cosas.” Murphy no estaba de humor para conversar.

—He oído que dejaste el Ejército, —dijo Luke.

Murphy sonrió y sacudió la cabeza. — ¿Qué puedo hacer por ti, Stone?

Luke se detuvo y agarrГі a Murphy del hombro, este se enfrentГі a Г©l, ignorando la mano de Luke.

—Quiero contarte una historia, —dijo Luke.

—Dispara, —dijo Murphy.

—Ahora trabajo para el FBI, —dijo Luke. —Una pequeña sub-agencia dentro de la Oficina. Recogida de información en Operaciones Especiales, la dirige Don Morris.

—Bien por ti, —dijo Murphy. —Eso era lo que todos solían decir. Stone es como un gato, siempre cae de pie.

Luke ignoró ese comentario. —Tenemos acceso a la mejor información. Lo tenemos todo. Por ejemplo, sé que se denunció tu desaparición a principios de abril y que fuiste dado de baja deshonrosamente unas seis semanas después.

Murphy se echó a reír ahora. —Debes haber cavado un poco para dar con eso, ¿eh? ¿Enviaste a un topo a examinar mi archivo personal? ¿O te lo acaban de mandar por correo electrónico?

Luke siguió adelante. —La policía de Baltimore tiene un informante que es un lugarteniente cercano a Wesley “Cadillac” Perkins, líder de la banda callejera Sandtown Bloods.

—Qué bien, —dijo Murphy. —El trabajo policial debe ser infinitamente fascinante. —Se dio la vuelta y comenzó a caminar de nuevo.

Luke caminó con él. —Hace tres semanas, Cadillac Perkins y dos guardaespaldas fueron asaltados a las tres de la mañana, mientras se metían en su coche en los aparcamientos de una discoteca. Según el informante, sólo les atacó un hombre. Un hombre alto, delgado y blanco. Dejó inconscientes a los dos guardaespaldas en tres o cuatro segundos. Luego golpeó con la pistola a Perkins y le quitó un maletín que contenía al menos treinta mil dólares en efectivo.

—Parece un hombre blanco atrevido, —dijo Murphy.

—El hombre blanco en cuestión también le quitó a Perkins un arma, una peculiar Smith & Wesson .38, con un eslogan particular grabado en la empuñadura. El Poder Da La Razón. Por supuesto, ni el ataque, ni el robo del dinero, ni la pérdida del arma fueron denunciados a la policía. Eso es sólo algo de lo que este informante habló con el que le había contratado.

Murphy no estaba mirando a Luke.

— ¿Qué me intentas decir, Stone?

Luke mirГі hacia adelante y notГі que se estaban acercando a la tumba de John F. Kennedy. Una multitud de turistas estaba situada a lo largo del borde de las losas de doscientos aГ±os de antigГјedad y hacГ­a fotos del fuego de la llama eterna.

Los ojos de Luke se dirigieron a la pared baja de granito, en el borde del monumento. Justo encima de la pared, pudo ver el Monumento a Washington al otro lado del rГ­o. El muro en sГ­ tenГ­a numerosas inscripciones, recogidas del discurso inaugural de Kennedy. Una famoso captГі la atenciГіn de Luke:

NO PREGUNTES LO QUE TU PAГЌS PUEDE HACER POR TI...

—El arma que Martínez usó para suicidarse tenía la inscripción El Poder Da La Razón en la empuñadura. La Oficina rastreó el arma y descubrió que había sido utilizada previamente para cometer dos asesinatos, al estilo de ejecución, que se cree que están asociados con las guerras del narcotráfico de Baltimore. Uno fue el asesinato por tortura de Jamie 'El Padrino' Young, el líder anterior de los Sandtown Bloods.

SINO LO QUE PUEDES HACER TГљ POR TU PAГЌS.

Murphy se encogió de hombros. —Todos estos apodos: Padrino, Cadillac… Debe ser difícil hacer un seguimiento de ellos.

Luke siguió. —De alguna manera, ese arma siguió su camino desde Baltimore hacia el sur, hasta la habitación de hospital de Martínez, en Carolina del Norte.

Murphy volviГі a mirar a Stone. Ahora sus ojos eran planos y muertos. Eran los ojos de un asesino. Si Murphy habГ­a matado a un hombre antes, habГ­a matado a cien.

—¿Por qué no vas al grano, Stone? Di lo que piensas, en vez de contarme una fábula para niños sobre capos de la droga y hombres de atraco a mano armada.

Luke estaba tan enfadado que casi podrГ­a darle un puГ±etazo a Murphy en la boca. Estaba cansado e irritado. TenГ­a el corazГіn roto por la muerte de MartГ­nez.

—Sabías que Martínez quería suicidarse... —comenzó.

Murphy vaciló. —Tú mataste a Martínez, —dijo. —Mataste a todo el escuadrón. Tú, Luke Stone, los has matado a todos. Yo estaba allí, ¿recuerdas? Asumiste una misión, que sabías que era un desastre, porque no querías anular la orden de un maníaco con ansias de muerte. Y todo esto... ¿para qué? ¿Para avanzar en tu carrera?

—Le diste el arma a Martínez, —dijo Luke.

Murphy sacudió la cabeza. —Martínez murió aquella noche en la colina. Como todos los demás. Pero su cuerpo era demasiado fuerte para darse cuenta de ello, sólo necesitaba un empujón.

Se miraron el uno al otro durante un largo momento. Por un instante, en su mente, Luke volviГі a la habitaciГіn del hospital de MartГ­nez. Las piernas de MartГ­nez estaban destrozadas y no se las pudieron salvar. Una habГ­a desaparecido a la altura de la pelvis, la otra por debajo de la rodilla. TodavГ­a podГ­a usar sus brazos, pero estaba paralizado justo por debajo de la caja torГЎcica. Era una pesadilla.

Las lГЎgrimas comenzaron a deslizarse por la cara de MartГ­nez. GolpeГі la cama con los puГ±os.

—Te dije que me mataras, —dijo con los dientes apretados. —Te dije... que... me... mataras. Ahora mira esto... este desastre.

Luke lo miró fijamente. —No podía matarte. Eres mi amigo.

—¡No digas eso! —dijo Martínez. —Yo no soy tu amigo.

Luke se sacudiГі el recuerdo. Estaba de vuelta a una colina verde en Arlington, en un dГ­a soleado de principios de verano. Estaba vivo y, sobre todo, bien. Y Murphy todavГ­a estaba aquГ­, ofreciendo su versiГіn. No la que Luke querГ­a escuchar.

HabГ­a una multitud de personas a su alrededor, mirando la llama de Kennedy y murmurando por lo bajo.

—Como de costumbre, —dijo Murphy. —Luke Stone decide en favor de un ascenso. Ahora se encuentra trabajando para su antiguo oficial al mando, en una agencia de espionaje civil súper secreta. ¿Tienen buenos juguetes allí, Stone? Por supuesto que sí, si Don Morris lo está dirigiendo. ¿Secretarias guapas? ¿Coches rápidos? ¿Helicópteros negros? Es como un programa de televisión, ¿verdad?

Luke sacudiГі la cabeza. Era hora de cambiar de tema.

—Murphy, desde que desapareciste sin permiso, hemos detectado una serie de robos a mano armada en solitario, en ciudades del nordeste. Has fijado tu objetivo en pandilleros y traficantes de drogas, que sabes que se están llevando grandes cantidades de dinero en efectivo y que no van a denunciar...

Sin previo aviso, el puГ±o derecho de Murphy saliГі volando hacia arriba. Se moviГі como un pistГіn, entrando en contacto con la cara de Luke justo por debajo del ojo. La cabeza de Luke volГі hacia atrГЎs.

—Cállate, —dijo Murphy. —Hablas demasiado.

Luke dio un paso tambaleante y se estrellГі contra la persona que habГ­a detrГЎs de Г©l. Cerca, alguien mГЎs jadeГі. El sonido fue fuerte, como una bomba hidrГЎulica.

Luke retrocediГі varios pasos, abriГ©ndose paso a travГ©s de los cuerpos. Por una fracciГіn de segundo, tuvo una sensaciГіn flotante familiar. SacudiГі la cabeza para despejar las telaraГ±as. Murphy le habГ­a dado un buen golpe y no habГ­a acabado.

AquГ­ venГ­a de nuevo.

La gente pasaba por ambos lados, tratando de alejarse de la pelea. Una mujer con sobrepeso, bien vestida con una falda beige y una chaqueta a juego, se cayГі sobre las losas entre Luke y Murphy. Dos hombres se apresuraron a ayudarla a levantarse. Al otro lado de este pequeГ±o montГіn, Murphy sacudiГі la cabeza con frustraciГіn.

A la derecha de Luke habГ­a una barrera metГЎlica baja, que separaba a los visitantes de la llama eterna. PasГі sobre ella, sobre los anchos adoquines y saliГі al descubierto. Murphy lo siguiГі. Luke se quitГі la chaqueta del traje, revelando la funda y su pistola de servicio debajo. En ese momento alguien gritГі.

—¡Una pistola! ¡Tiene una pistola!

Murphy la señaló con una media sonrisa en su rostro. —¿Qué vas a hacer, Stone? ¿Dispararme?

La multitud de personas saliГі corriendo colina abajo, un Г©xodo masivo de humanidad, moviГ©ndose rГЎpidamente.

Luke desabrochГі la funda y la dejГі caer sobre los adoquines. RodeГі a su derecha, dejando la llama eterna de la tumba de John F. Kennedy justo detrГЎs de Г©l, los marcadores de las tumbas planas de la familia Kennedy frente a Г©l. A lo lejos, vislumbrГі de nuevo el Monumento a Washington.

—¿Seguro que quieres hacer esto? —dijo Luke.

Murphy cruzГі la parte frontal de una de las lГЎpidas de Kennedy.

—No hay nada más que quiera hacer.

Las manos de Luke estaban levantadas. Sus ojos se centraron en Murphy. Todo lo demГЎs se volviГі borroso. VeГ­a a Murphy como la idea de un hombre baГ±ado por una luz extraГ±a, como un foco. Murphy tomГі la iniciativa. Pero Luke era mГЎs fuerte.

Hizo un gesto con los dedos de su mano derecha.

—Vamos entonces.

Murphy atacГі. Hizo un amago de dar un golpe por la izquierda, pero entrГі duro por la derecha. Luke lo esquivГі y le dio con su propia mano derecha. Murphy empujГі el brazo derecho de Luke. Ahora estaban cerca. Justo donde Luke querГ­a estar.

De repente estaban luchando. Luke dio una patada a la pierna de Murphy, lo hizo elevarse y le hizo caer al suelo con un ruido sordo. Luke pudo sentir el impacto del cuerpo de Murphy, las losas vibraron con Г©l. La cabeza de Murphy rebotГі en la plataforma ГЎspera y redonda de piedra que albergaba la llama de Kennedy.

La mayorГ­a de los hombres estarГ­an acabados. Pero no Murphy. No un miembro de las Delta.

Su mano derecha emergiГі otra vez. Sus dedos desgarraron la cara de Luke, tratando de encontrar sus ojos, pero Luke echГі la cabeza hacia atrГЎs.

Ahora llegГі un puГ±etazo de Murphy desde la izquierda. GolpeГі un lado de la cabeza de Luke, haciendo que sus oГ­dos retumbaran.

AquГ­ venГ­a la derecha otra vez. Luke lo bloqueГі, pero Murphy se estaba levantando del suelo. Se lanzГі hacia Luke y los dos se cayeron hacia atrГЎs, con Murphy encima. El recipiente de metal que sostenГ­a la llama de quince centГ­metros de alto, estaba justo a la derecha de Luke.

SoplГі una brisa y el fuego estaba sobre ellos. Luke podГ­a sentir el calor.

Con toda su potencia, agarrГі a Murphy y rodГі con fuerza hacia su derecha. La espalda de Murphy se chocГі con la llama eterna. El fuego surgiГі a su alrededor, a medida que rodaban por encima de ella. Luke aterrizГі sobre su lado izquierdo y usГі su impulso para continuar rodando.

Se subiГі encima de Murphy y agarrГі su cabeza con ambas manos.

Murphy lo golpeГі en la cara.

Luke se encogiГі de hombros y estrellГі la cabeza de Murphy contra el hormigГіn.

Las manos de Murphy intentaron alejarlo.

Luke volviГі a golpearle la cabeza.

—¡DETÉNGANSE! —gritó una voz grave.

El caГ±Гіn de un arma de fuego fue presionado en la sien de Luke. Le estaban empujando ahГ­, con fuerza. Por el rabillo del ojo, Luke vio dos grandes manos negras sosteniendo el arma y un uniforme azul que se cernГ­a detrГЎs de ellos.

Al instante, Luke levantГі las manos al aire.

—Policía, —dijo la voz, ahora un poco más tranquila.

—Oficial, soy el Agente Luke Stone, del FBI. Mi placa está en esa chaqueta de allí.

Ahora habГ­a mГЎs uniformes azules. Rodearon a Luke, alejГЎndolo de Murphy. Lo empujaron hacia el suelo y lo sostuvieron boca abajo contra las losas. Se puso lo mГЎs suave posible, sin oponer resistencia. Las manos vagaron por su cuerpo, cacheГЎndolo.

MirГі a Murphy. Murphy estaba recibiendo el mismo tratamiento.

Espero que no tengas un arma, pensГі Luke.

En un momento, hicieron que Luke se pusiera de pie. Г‰l mirГі a su alrededor, habГ­a diez policГ­as. En el extremo mГЎs alejado de la acciГіn, apareciГі una figura familiar. El gran Ed Newsam, observando desde una distancia prudente.

Un policГ­a le entregГі a Luke su chaqueta, su funda y su placa.

—Bien, Agente Stone, ¿cuál es el problema?

—No hay ningún problema.

El policГ­a hizo un gesto a Murphy. Murphy se sentГі en las losas, con los brazos alrededor de las rodillas. Sus ojos parecГ­an un poco confusos, pero volvГ­an en sГ­.

—¿Quién es ese tipo?

Luke suspiró y sacudió la cabeza. —Es un amigo mío. Un viejo amigo del Ejército. —esbozó la sombra de una sonrisa y se frotó la cara. La mano salió ensangrentada. —Ya sabe, a veces se tienen estas reuniones...

La mayorГ­a de los policГ­as ya se estaban alejando.

Luke mirГі a Murphy, quien no estaba haciendo ningГєn esfuerzo por levantarse. Luke metiГі la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacГі una tarjeta de visita. La mirГі por un segundo.

Luke Stone, Agente Especial.

En la esquina estaba el logo del Equipo de Respuesta Especial. Debajo el nombre de Luke habГ­a un nГєmero de telГ©fono que conducГ­a a una secretaria en la oficina. HabГ­a algo absurdamente agradable en esa tarjeta.

Le dio la vuelta en direcciГіn a Murphy.

—Aquí, idiota. Llámame. Te iba a ofrecer un trabajo.

Luke le dio la espalda a Murphy y caminГі hacia Ed Newsam. Ed llevaba puesta una camisa de vestir y una corbata oscura y tenГ­a una chaqueta echada sobre su hombro. Era tan grande como una montaГ±a. Sus mГєsculos se ondulaban debajo de su ropa. Su cabello y barba eran negros como el azabache. Su rostro era joven, no habГ­a una sola arruga en su piel.

Sacudió la cabeza y sonrió. —¿Qué estás haciendo?

Luke se encogió de hombros. —Realmente, no lo sé. Y tú, ¿qué estás haciendo?

—Me enviaron a buscarte, —dijo Ed. —Tenemos una misión. Rescate de rehenes. Alta prioridad.

—¿Dónde? —dijo Luke.

Ed sacudió la cabeza. —Clasificado. No lo sabremos hasta la rueda de prensa. Pero quieren que estemos listos tan pronto como termine la sesión informativa.

—¿Cuándo es la sesión informativa?

Ed ya se habГ­a dado la vuelta y se dirigГ­a hacia la colina.

—Ahora.




CAPГЌTULO CUATRO


12:20 Hora del Este

Sede del Equipo de Respuesta Especial

McLean, Virginia



—No te preocupes. Estás muy guapo.

Luke estaba en el vestuario masculino de los empleados. Se habГ­a quitado la camisa y se estaba lavando la cara en el lavabo. Un rasguГ±o profundo le recorrГ­a la mejilla izquierda. La parte inferior derecha de su mandГ­bula estaba roja, con moretones y comenzaba a hincharse. Murph le habГ­a dado un buen golpe ahГ­.

Los nudillos de Luke estaban desollados y desgarrados, las heridas abiertas y la sangre aГєn corrГ­a un poco. Г‰l tambiГ©n le habГ­a dado a Murphy algunos buenos golpes.

DetrГЎs de Г©l, el gran Ed apareciГі en el espejo. Ed se habГ­a vuelto a poner la chaqueta, era un profesional consumado y bien vestido. Se suponГ­a que Luke iba a ser el oficial superior de Ed en esta misiГіn. No podГ­a ponerse su propia chaqueta del traje porque estaba sucia de cuando la habГ­a tirado en el suelo.

—Vamos, tío, —dijo Ed. —Llegamos tarde.

—Voy va a parecer la presa que ha traído el gato.

Ed se encogió de hombros. —La próxima vez haz como yo. Tráete un traje extra, y un conjunto informal extra y déjalos aquí, en tu taquilla. Me sorprende tener que enseñarte estas cosas.

Luke se había vuelto a poner la camiseta y estaba empezando a abrocharse la camisa de vestir. — Sí, pero, ¿qué hago ahora?

Ed sacudió la cabeza, sonriendo. —Esto es lo que la gente espera de ti, de todos modos. Diles que estabas haciendo un poco de combate tae kwon do en el parking, durante el descanso del café.

Luke y Ed salieron del vestuario y subieron por la escalera de hormigГіn hasta el piso principal. La sala de conferencias, tan cerca del estilo vanguardista como Mark Swann pudo conseguir, estaba al final de un pasillo lateral angosto. Don solГ­a llamarlo el Centro de Mando, aunque Luke sentГ­a que eso engrandecГ­a un poco los hechos. QuizГЎ algГєn dГ­a.

Un enjambre de mariposas nerviosas rebotaba contra las paredes del estГіmago de Luke. Estas reuniones eran algo nuevo para Г©l y no podГ­a aparentar que estaba acostumbrado a ellas. Don le dijo que eso le llegarГ­a con el tiempo.

En el ejГ©rcito, las sesiones informativas eran simples. Algo asГ­:

Este es el objetivo. Este es el plan de ataque. ВїPreguntas? ВїAportaciones? De acuerdo, cargad el equipo.

Estas sesiones informativas nunca eran asГ­.

La puerta de la sala de conferencias estaba enfrente, abierta. La habitaciГіn era algo pequeГ±a y veinte personas dentro harГ­an que pareciera un vagГіn de metro lleno de gente en hora punta. Estas reuniones le ponГ­an a Luke los pelos de punta. HabГ­a interminables discusiones y retrasos. El agolpamiento de gente le hacГ­a sentirse claustrofГіbico.

Invariablemente, habrГ­a peces gordos de varias agencias y sus empleados estarГ­an dando vueltas, los peces gordos insistirГ­an en dar su opiniГіn, los empleados estarГ­an tecleando en telГ©fonos BlackBerry, araГ±ando blocs de notas amarillos, entrando y saliendo, haciendo llamadas urgentes. ВїQuiГ©nes eran estas personas?

Luke cruzГі el umbral, seguido de cerca por Ed. Los fluorescentes del techo eran brillantes y deslumbrantes.

No habГ­a nadie en la habitaciГіn. Bueno, tampoco nadie, pero no mucha gente. Cinco personas, para ser exactos. Con Luke y Ed, hacГ­an siete.

—Aquí están los hombres que todos hemos estado esperando, —dijo Don Morris, no estaba sonriendo. A Don no le gustaba esperar. Tenía un aspecto formidable, con una camisa y unos pantalones. Su lenguaje corporal era relajado, pero sus ojos eran agudos.

Un hombre se parГі frente a Luke. Era un hombre condecorado con cuatro estrellas, alto y delgado, con un impecable uniforme verde. Su cabello gris estaba recortado hasta el cuero cabelludo. No habГ­a rastro alguno de bigote en su cara limpia y reciГ©n afeitada: ningГєn bigote le desafiaba. Luke nunca habГ­a visto a ese hombre, pero en el fondo sabГ­a quiГ©n era. HacГ­a su cama todas las maГ±anas, antes de hacer ninguna otra cosa. La hacГ­a tan bien que incluso se podrГ­an hacer rebotar monedas en ella. Probablemente lo hacГ­a, sГіlo para asegurarse.

—Agente Stone, Agente Newsam, soy el General Richard Stark, Jefe del Estado Mayor Conjunto.

—General, es un honor conocerle.

Luke le estrechГі la mano, antes de que el hombre se acercara a Ed.

—Estamos muy orgullosos de lo que hicieron ustedes hace un mes. Ambos son el orgullo del Ejército de los Estados Unidos.

Otro hombre estaba parado allГ­. Era un hombre calvo, de unos cuarenta y tantos aГ±os. TenГ­a una barriga grande y redonda y dedos pequeГ±os y regordetes. Su traje no le quedaba bien: demasiado apretado por los hombros, demasiado apretado alrededor de la cintura. TenГ­a la cara pastosa y la nariz bulbosa. A Luke le recordГі a Karl Malden haciendo un anuncio de televisiГіn sobre el fraude con tarjetas de crГ©dito.

—Luke, soy Ron Begley, de Seguridad Nacional.

TambiГ©n se dieron la mano. Ron no mencionГі la operaciГіn del mes anterior.

—Ron, me alegro de conocerle.

Nadie mencionГі nada sobre la cara de Luke. Eso fue un alivio. Aunque estaba seguro de que Don le dirГ­a algo despuГ©s de terminar la reuniГіn.

—Chicos, ¿no os sentáis? —dijo el general, agitando una mano en la mesa de conferencias. Fue muy amable por su parte invitarles a sentarse en su propia mesa.

Luke y Ed se sentaron cerca de Don. HabГ­a otros dos hombres en la habitaciГіn, ambos con traje. Uno era calvo y tenГ­a un auricular que desaparecГ­a dentro de su chaqueta. Lo miraron impasiblemente. Ninguno de los dos dijo una palabra. Nadie los presentГі. Para Luke, eso significaba suficiente.

Ron Begley cerrГі la puerta.

La gran sorpresa era que no habГ­a nadie mГЎs del Equipo de Respuesta Especial en la sala.

El general Stark mirГі a Don.

—¿Listo?

Don abriГі sus grandes manos como si fueran flores abriendo sus pГ©talos.

—Sí. Esto era todo lo que necesitábamos. Haz lo que quieras.

El general mirГі a Ed y a Luke.

—Caballeros, lo que estoy a punto de compartir con ustedes es información clasificada.



* * *



—¿Qué no nos estás contando? —dijo Luke.

Don levantГі la vista. El escritorio detrГЎs del cual estaba sentado era de roble pulido, ancho y reluciente. HabГ­a dos trozos de papel en la mesa, un telГ©fono de oficina y un viejo y maltratado portГЎtil Toughbook, con una pegatina en la parte posterior de la pantalla, representando la punta de una lanza roja con una daga, el logotipo del Mando de Operaciones Especiales del EjГ©rcito. Don era el tipo de persona que mantenГ­a su escritorio limpio.

En la pared detrГЎs de Г©l habГ­a varias fotografГ­as enmarcadas. Luke identificГі a uno de los cuatro jГіvenes Boinas Verdes sin camiseta en Vietnam: Don era el de la derecha.

Don hizo un gesto hacia las dos sillas frente al escritorio.

—Tomad asiento. Tomaos un descanso.

Luke lo hizo.

—¿Cómo está tu cara?

—Duele un poco, —dijo Luke.

—¿Cómo te lo has hecho, estrellándote con la puerta del coche?

Luke se encogió de hombros y sonrió. —Me encontré con Kevin Murphy en el funeral de Martínez esta mañana. ¿Te acuerdas de él?

Don asintió con la cabeza. —Claro, era un soldado decente como son los de las Delta, con un poco de frustración, supongo. ¿Qué aspecto tenía... después de que te encontraras con él?

—Lo último que vi es que todavía estaba en el suelo.

Don asintió nuevamente. —Bien. ¿Cuál era el problema?

—Él y yo somos los últimos hombres con vida de aquella noche en Afganistán. Hay algunos resentimientos. Él piensa que podría haber hecho algo más para abortar la misión.

Don se encogió de hombros. —No estaba en tu mano abortar esa misión.

—Eso fue lo que le dije. También le di mi tarjeta de visita. Si me llama, me gustaría que consideraras contratarlo para trabajar aquí. Está entrenado para las Delta, experimentado en combate, tres misiones, que yo sepa, no se acobarda cuando empieza a faltar el abrigo.

—¿Está fuera de servicio?

Luke asintió con la cabeza. —Sí.

—¿Qué está haciendo?

—Robo a mano armada. Ha estado desvalijando a capos de la droga en varias ciudades.

Don sacudió la cabeza. —Jesús, Luke.

—Todo lo que pido es que le des una oportunidad.

—Lo hablaremos, —dijo Don. —Siempre y cuando llame.

Luke asintió con la cabeza. —Suficiente.

Don le acercГі uno de los trozos de papel que habГ­a sobre su escritorio. Se puso unas gafas de lectura negras en la punta de la nariz. Luke lo habГ­a visto hacer esto varias veces y el efecto desentonaba. El sГєper humano Don Morris llevaba gafas para leer.

—Ahora, vamos con las cosas un poco más urgentes. Lo que no se ha mencionado en la reunión es lo siguiente: esta misión viene directamente del Despacho Oval. El Presidente la alejó del Pentágono y de la CIA porque cree que hay una filtración en alguna parte. Si los rusos logran encontrar una debilidad en el tío de la CIA que han capturado, quién sabe lo que podría salir por su boca. Nos encontramos ante un gran y potencial contratiempo, las cosas tienen que moverse muy rápido y, entre nosotros, el Presidente está furioso.

—¿Es por eso por lo que estamos solos?

Don levantó un dedo. —Tenemos amigos. Nunca vas totalmente por libre en este tipo de asuntos.

—Mark Swann puede...

Don se llevГі un dedo a los labios. SeГ±alГі alrededor de la habitaciГіn y levantГі las cejas. Luego se encogiГі de hombros. El mensaje era: mejor no decimos lo que Mark Swann puede hacer. No tiene sentido compartir esa informaciГіn con las personas de la galerГ­a.

Luke asintió y cambió de dirección a mitad de la frase. —…darnos acceso a todo tipo de bases de datos. Lexis Nexis, ese tipo de cosas. Es un lunático con las búsquedas en Google.

—Sí, —dijo Don. —Creo que consiguió una suscripción al New York Times online. Eso dice él, de todos modos.

—¿Quién era el chico de Seguridad Nacional?

Don se encogió de hombros. —¿Ron Begley? Un chupatintas. Trabajaba en Hacienda cuando sucedió lo del 11 de septiembre. Fraude, falsificación. Cuando crearon Seguridad Nacional, se cambió. Parece estar tropezando y tambaleándose, mientras se abre camino por la jerarquía. No creo que sea un problema para nosotros.

Don mirГі a Luke un largo momento.

—¿Qué opinas de esta misión? —dijo él.

Luke no apartó la mirada. —Creo que es una trampa mortal, a decir verdad. Me asusta, se supone que debemos infiltrarnos en Rusia sin ser detectados, rescatar a un grupo de chicos...

—Tres chicos, —dijo Don. —Nos está permitido matarlos, si eso es más fácil.

Luke ni siquiera entenderГ­a ese pensamiento.

—Rescatar a un grupo de tíos, —repitió, —¿Incendiar un submarino y volver con vida? Esa es una tarea difícil.

—¿A quién enviarías para que la cumpliera? —dijo Don. —¿Si fueras yo?

Luke se encogió de hombros. —¿A quién crees?

—¿La quieres?

Luke no dio una respuesta inmediata. PensГі en Becca y en el bebГ©, Gunner, en la cabaГ±a al otro lado del Chesapeake en la costa este. Dios, ese pequeГ±o bebГ©...

—No lo sé.

—Déjame contarte una historia, —dijo Don. —Cuando era comandante en las Delta, entró un joven de ojos brillantes. Acababa de ser calificado. Salió del 75º de los Ranger, como tú, por lo que no era un Boina Verde. Había estado haciendo cola para entrar. Pero tenía una energía, este chico, como si todo fuera nuevo para él. Algunos chicos entran en las Delta y a los veinticuatro años ya están endiabladamente canosos. Este chico, no.

—Lo llamé de inmediato para una misión. Yo todavía iba a misiones en aquellos días. Estaba ya metido en los cuarenta y los responsables del Mando Conjunto de Operaciones Especiales querían que me retirara, pero yo no quería ni oír hablar de ello, aún no. No iba a enviar a mis hombres a lugares a los que yo mismo no iría.

—Nos lanzamos en paracaídas en la República Democrática del Congo. Río arriba, más allá de cualquier cosa parecida a la ley y el orden. Fue una caída nocturna, por supuesto, y el piloto nos soltó en el agua. Nos arrastramos por esos pantanos como si todos estuviéramos sumergidos en mierda. Había un señor de la guerra allá arriba, que se hacía llamar Príncipe José. Llamaba a su variopinta milicia “El Ejercito…”

—“El Ejército del Cielo”, —dijo Luke. Por supuesto, él conocía la historia. Y, por supuesto, lo sabía todo sobre el nuevo recluta de las Delta que Don estaba describiendo.

—Trescientos niños soldados, —dijo Don. —Ocho hombres subieron allí, ocho soldados estadounidenses, sin apoyo externo de ningún tipo y metieron balas en los sesos del Príncipe José y de todos sus lugartenientes. Una operación perfecta. Una misión humanitaria, sin motivos ocultos, sólo hacer lo correcto. ¡Bang! Ataque de decapitación.

Luke respirГі hondo. La noche habГ­a sido aterradora y estimulante, todo envuelto en una descarga de adrenalina.

—Las sociedades internacionales de ayuda intervinieron e hicieron lo que pudieron con los niños, los repatriaron, los alimentaron, los amaron, los reeducaron para que fueran humanos otra vez, si eso hubiera sido posible. Me mantuve atento. Muchos de ellos, finalmente, regresaron a sus aldeas de origen.

Don sonriГі. No, Г©l sonreГ­a positivamente.

—Por la mañana, encendí un cigarro de la victoria a la orilla del poderoso Congo. Todavía fumaba durante esos días. Mis hombres estaban conmigo y yo estaba orgulloso de cada uno de ellos. Estaba orgulloso de ser estadounidense. Pero mi novato estaba callado, pensativo. Entonces le pregunté si estaba bien. ¿Y sabes lo que dijo?

Ahora Luke sonrió. Suspiró y sacudió la cabeza. Don estaba hablando de él. —Dijo: “¿Qué si estoy bien? ¿Me estás tomando el pelo? Vivo para esto.” Eso fue lo que dijo.

Don lo señaló. —Así es. Así que te lo preguntaré de nuevo. ¿Quieres esta misión?

Luke mirГі a Don durante otro largo rato. Don era su camello, de eso se dio cuenta Luke. Te vendГ­a un sentimiento, la urgencia, de modo que sГіlo pudieras escoger un camino.

Una imagen de Becca con Gunner en brazos nuevamente apareciГі en su mente. Todo cambiГі cuando naciГі ese bebГ©. Recordaba a Becca dando a luz. Estaba mГЎs preciosa en esos momentos que nunca antes Г©l la habГ­a visto.

Y estaban planeando construir una vida juntos, los tres.

ВїQuГ© iba a pensar Becca sobre esta misiГіn? Cuando Г©l le anunciГі la Гєltima, cuando ella estaba a punto de dar a luz, se enfadГі. Y se la vendiГі fГЎcil, sГіlo un viaje rГЎpido a Irak a arrestar a un tipo. Por supuesto, luego se convirtiГі en mucho mГЎs que eso, un completo combate y el rescate de la hija del Presidente, pero Becca sГіlo se enterГі de eso despuГ©s de los hechos.

AquГ­, ella conocerГ­a el acuerdo: Luke se infiltrarГ­a en Rusia e intentarГ­a rescatar a tres prisioneros. SacudiГі la cabeza.

De ninguna forma podГ­a decirle eso.

—¿Luke? —dijo Don.

Luke asintió con la cabeza. —Sí. La quiero.




CAPГЌTULO CINCO


15:45 Hora del Este

Condado de Queen Anne, Maryland

Orilla Oriental de la BahГ­a de Chesapeake



—Llegas temprano.

Luke mirГі a su suegra, Audrey, tomГЎndose su tiempo, absorbiГ©ndola. TenГ­a los ojos hundidos, con los iris tan oscuros que parecГ­an casi negros. TenГ­a una nariz afilada, como un pico, los huesos pequeГ±os y un cuerpo delgado. Le recordaba a un pГЎjaro: un cuervo, o tal vez un buitre. Y, sin embargo, a su manera, era atractiva.

TenГ­a unos cincuenta y nueve aГ±os bien conservados y Luke sabГ­a que cuando era joven, a finales de la dГ©cada de los 60, realizГі algunos trabajos de modelo para anuncios en periГіdicos y revistas. Por lo que Г©l sabГ­a, era el Гєnico trabajo que habГ­a hecho.

HabГ­a nacido en una rama de la familia Outerbridge, terratenientes muy ricos de las ciudades de Nueva York y Nueva Jersey, desde antes de que Estados Unidos se convirtiera en un paГ­s. Su marido, Lance, provenГ­a de la familia St. John, de los magnates madereros de Nueva Inglaterra, igualmente empoderada.

Por regla general, Audrey St. John desaprobaba el trabajo. No lo entendГ­a, y sobre todo no entendГ­a por quГ© alguien podrГ­a hacer el tipo de trabajo peligroso y sucio que ocupaba el tiempo de Luke Stone. ParecГ­a continuamente asombrada de que su propia hija, Rebecca St. John, se hubiera casado con alguien como Luke.

Audrey y Lance nunca lo habГ­an aceptado como su yerno. HabГ­an sido una influencia tГіxica en esta relaciГіn, desde mucho antes de que Г©l y Becca intercambiaran sus votos. Su presencia aquГ­ iba a hacer mucho mГЎs complicado el hablar con Becca sobre esta Гєltima misiГіn.

—Hola, Audrey, —dijo Luke, tratando de sonar alegre.

Acababa de entrar. Se habГ­a quitado la corbata y se habГ­a desabrochado los dos primeros botones de su camisa, pero hasta ahora ese era su Гєnico gesto de estar en casa. MetiГі la mano en el frigorГ­fico y sacГі una cerveza frГ­a.

Era pleno verano y el clima era bueno. Los alrededores de por aquГ­ eran hermosos. Г‰l y Becca estaban viviendo en la cabaГ±a de la familia de ella, en el Condado de Queen Anne. La casa habГ­a pertenecido a la familia durante mГЎs de cien aГ±os.

El lugar era antiguo y rГєstico, ubicado en un pequeГ±o acantilado, justo encima de la bahГ­a. TenГ­a dos pisos, todo de madera, que crujГ­a y chirriaba por todos lados. La puerta de la cocina se accionaba con un resorte y se cerraba de golpe. HabГ­a un porche cubierto frente al agua y un patio de piedra mГЎs nuevo, con impresionantes vistas hacia el acantilado.

HabГ­an comenzado a sustituir gradualmente los muebles de las generaciones antiguas, para hacer el lugar mГЎs adecuado para la vida cotidiana. HabГ­a un sofГЎ nuevo y sillas nuevas en la sala de estar. Un sГЎbado por la maГ±ana, por las buenas o por las malas, y por pura voluntad animal, Luke y Ed Newsam habГ­an logrado insertar una cama de matrimonio en el dormitorio principal de arriba.

Incluso con esas mejoras, lo mГЎs resistente de la casa seguГ­a siendo la chimenea de piedra de la sala de estar. Era casi como si la vieja e imponente chimenea hubiera estado allГ­, mirando a lo largo de la bahГ­a de Chesapeake, desde tiempos inmemoriales y alguien con sentido del humor hubiera construido una pequeГ±a cabaГ±a de verano a su alrededor.

Realmente era un lugar increГ­ble. A Luke le encantaba. SГ­, estaba lejos de su oficina. SГ­, si el trabajo en el Equipo de Respuesta Especial realmente funcionaba, y parecГ­a que asГ­ iba a ser, tendrГ­an que acercarse. Pero, Вїpor ahora? El paraГ­so. El viaje a casa de noventa minutos no parecГ­a tan malo, sabiendo que esta era la recompensa al final.

MirГі por la ventana. Becca estaba en el patio, amamantando al bebГ©. A Luke le hubiera encantado sentarse allГ­ con ellos, contemplar el agua y el cielo, y simplemente quedarse allГ­ hasta que se pusiera el sol. Pero eso no iba a pasar. Desafortunadamente, tenГ­a que hacer las maletas para su viaje. Y antes de comenzar, tenГ­a que hacer lo mГЎs difГ­cil: anunciar que se iba a ir.

—¿Te han pegado en el trabajo? —dijo Audrey.

Luke se encogiГі de hombros. Aunque podГ­a sentirlos lo suficientemente bien, casi habГ­a olvidado el rasguГ±o en su mejilla y la lГ­nea de la mandГ­bula hinchada. El dolor era un viejo amigo. Cuando no era insoportable, apenas podГ­a sentirlo. HabГ­a algo casi reconfortante en Г©l.

Abrió la cerveza y le dio un trago. Estaba helada y deliciosa. — Algo así. Pero deberías ver al otro tipo.

Audrey no se rio. EmitiГі una especie de medio gruГ±ido y subiГі las escaleras.

Luke estaba cansado. HabГ­a sido un dГ­a largo, con MartГ­nez enterrado, la pelea con Murphy y todo lo demГЎs. Y realmente, sГіlo estaba comenzando. TenГ­a la intenciГіn de estar aquГ­ durante una hora, antes de regresar a la ciudad; de allГ­ a TurquГ­a, y luego, si todas las seГ±ales eran favorables, a Rusia.

SaliГі fuera. Becca cuidando del bebГ© era como una pintura impresionista, su suГ©ter rojo brillante y su sombrero contra la hierba verde, y la vasta extensiГіn de cielo azul pГЎlido y el agua oscura. HabГ­a una rГ©plica de un barco de doble mГЎstil a toda vela en la distancia, moviГ©ndose lentamente hacia el oeste. Si pudiera presionar STOP y congelar este momento, lo harГ­a.

Ella levantГі la vista, lo vio y sonriГі. Su sonrisa lo iluminГі. Estaba tan bonita como siempre. Y una sonrisa era algo bueno, especialmente en estos dГ­as. Tal vez la oscuridad de esta depresiГіn posparto comenzaba a desaparecer.

Luke respirГі hondo, suspirГі en voz baja y sonriГі.

—Hola, preciosa, —dijo.

—Hola, guapo.

Se inclinГі y compartiГі un beso con ella.

—¿Cómo está hoy el bebé?

Ella asintió. —Bien. Ha dormido tres horas, mamá no le quita el ojo de encima e incluso he podido echarme una siesta. No quiero prometer nada, pero podríamos haber empezado a mejorar por aquí. Eso espero.

Una larga pausa se extendiГі entre ellos.

—Has vuelto temprano, —dijo ella. Esa era la segunda vez en los últimos cinco minutos que alguien le decía eso. Se lo tomó como un mal presagio. —¿Cómo te ha ido el día?

Luke se sentГі frente a ella en la pequeГ±a mesa redonda y le dio un sorbo a su cerveza. Como siempre, Г©l creГ­a que cuando los problemas se estaban gestando, lo que habГ­a que hacer era ir directamente al grano. Y, si podГ­a superar lo peor, tal vez esto sucederГ­a lo suficientemente rГЎpido, antes de que Audrey viniera y empeorara las cosas.

—Bueno, tengo una tarea.

Se dio cuenta de que lo estaba esquivando. No la llamГі misiГіn. No la llamГі operaciГіn. ВїQuГ© tipo de tarea era? ВїIba a entrevistar a un artesano local para el periГіdico semanal? ВїTal vez era un proyecto de ciencias de la escuela secundaria?

Al instante, ella se mostrГі cautelosa.

Sus ojos miraban profundamente los de él, buscando algo. —¿De qué se trata?

Él se encogió de hombros. —Es algo diplomático jodidamente aburrido, la verdad. Los rusos mantienen prisioneros a tres arqueólogos estadounidenses y confiscaron su pequeño submarino. Estaban buceando en el Mar Negro, buscando los restos de un viejo barco comercial de la antigua Grecia. Estaban en aguas internacionales, pero los rusos creen que estaban demasiado cerca de su territorio.

Sus ojos nunca vacilaban. —¿Son espías?

Luke le dio otro sorbo a su cerveza. SoltГі un sonido, una corta carcajada. Ella era buena en esto, tenГ­a mucha prГЎctica y fue muy franca.

Sacudió la cabeza. —Sabes que no puedo contarte eso.

—¿Y vas a ir a dónde y a hacer qué?

Él se encogió de hombros. —Voy a Turquía, a ver si podemos conseguir que los suelten. —la declaración era verdad, en la medida de lo posible, pasando por alto todo un continente, digno de detalle. Era un pecado por omisión.

Y ella tambiГ©n lo sabГ­a. ВїA ver si podemos conseguir que los suelten? ВїQuiГ©nes somos nosotros?

Ahora era una partida de ajedrez. —Los Estados Unidos de América.

—Vamos, Luke. ¿Qué es lo que no me estás contando?

Le dio otro sorbo a la cerveza y se rascó la cabeza. —Nada importante, cariño. Los rusos están reteniendo a tres tipos y voy a Turquía. Me quieren allí porque tengo experiencia en el tipo de misiones que desembocan en esto. Si los rusos están dispuestos a negociar, probablemente ni siquiera me tenga que involucrar directamente.

DetrГЎs de Luke, la puerta se cerrГі de golpe. Los ojos de Becca pasaron por encima de Г©l durante un segundo. ВЎMaldita sea! AquГ­ venГ­a Audrey.

Los ojos de Becca estaban repentinamente enfadados. Las lágrimas brotaban de ellos. ¡No! El momento no podía ser peor. —Luke, la última vez que fuiste al extranjero, estaba casi de nueve meses. Ibas a Irak para arrestar a alguien, ¿recuerdas? Un trabajo de policía, creo que lo llamaste. Pero resultó que ibas a rescatar a...

Él levantó un dedo. —Becca, sabes que eso no es verdad. Fui a arrestar a alguien, y el arresto transcurrió sin incidentes...

Eso era una mentira. Otra mentira. El arresto fue un matadero.

—... a la hija del Presidente de terroristas islámicos. Tu helicóptero se estrelló y tú y Ed luchasteis contra militantes de Al Qaeda en la cima de una montaña.

—Todo eso sucedió después de que ya estuviéramos allí.

—No soy estúpida, Luke. Puedo leer entre líneas los informes de los periódicos. Los artículos admitieron que decenas de personas fueron asesinadas. Eso me dice que hubo un baño de sangre y que tú estabas justo en medio.

Luke levantГі las manos un poco, como si ella hubiera puesto sobre Г©l el arma mГЎs pequeГ±a del mundo. El bebГ© todavГ­a estaba allГ­, succionando como si nada de esto estuviera sucediendo.

— Es una asignación, cariño, es mi trabajo. Don Morris...

Ahora ella levantó un dedo. —No me menciones a Don Morris. Ya no culpo a Don, nunca más. Si tú no quieres ir a estas misiones suicidas, él no te puede obligar a que vayas. Es así de simple.

Ahora estaba llorando, las lГЎgrimas caГ­an.

—¿Qué está pasando? —dijo una voz. La voz era muy ansiosa. Percibía sangre en el agua y se estaba acercando para matar.

—Hola, Audrey, —dijo Luke, sin siquiera darse la vuelta.

Becca se levantГі y le entregГі el bebГ© a Audrey. MirГі a Luke con ojos duros. Todo su cuerpo temblaba ahora por las lГЎgrimas.

—¿Qué pasa si mueres? —dijo ella. —Ahora tenemos un hijo.

—Lo sé. No voy a morir. Como siempre, voy a ser muy cuidadoso. Ahora más aún, por Gunner.

Becca estaba de pie al lado de su madre, con las manos cerradas en puГ±os. ParecГ­a una niГ±a pequeГ±a que estaba a punto de empezar a chillar en medio del supermercado. Su madre, por el contrario, estaba tranquila, sonriente, satisfecha de sГ­ misma. Ella hizo rebotar al bebГ© en sus brazos delgados como un pГЎjaro y lo arrullГі con una tranquila conversaciГіn de bebГ©.

—Todo va a ir bien, —dijo Luke. —Todo va a estar bien. Sé que va a ser así.

De repente, Becca saliГі corriendo, subiendo la pequeГ±a colina hacia la casa. Un momento despuГ©s, la puerta se cerrГі de nuevo.

Ahora Luke y Audrey se miraron el uno al otro. Audrey tenГ­a los ojos agudos y depredadores de un halcГіn. Su boca se abriГі.

Luke levantó una mano y sacudió la cabeza. —Audrey, por favor, no digas nada.

Audrey lo ignoró. —Un día, volverás aquí y ya no tendrás esposa, —dijo. —O una casa en la que vivir, que viene a ser lo mismo.




CAPГЌTULO SEIS


20:35 Hora del Este

El Cielo sobre el OcГ©ano AtlГЎntico



—Rock and roll, —dijo Mark Swann.

—Hip-hop, hijo, —dijo Ed Newsam. —Hip-hop.

Extendió su gran mano a través del estrecho pasillo del pequeño jet y Swann le dio un golpe suave y lento. Entonces Swann giró su propia mano y Ed le puso unas monedas en la palma. Acababan de hacer los gestos de “choca esos cinco, quédate con el cambio”, saludo de hermanos.

Desde la Гєltima misiГіn, Newsam y Swann se habГ­an convertido en amigos inverosГ­miles.

Luke los mirГі. Ed recostado en su asiento, de mirada penetrante, enorme, bien vestido con unos pantalones de color caqui y una ceГ±ida camiseta del Equipo de Respuesta Especial. El campo de Ed eran las armas y las estrategias. Tanto su cabello como su barba estaban muy cortos y los bordes perfectamente parejos. ParecГ­a exactamente lo que querГ­a parecer: alguien con quien no debes meterte.

Mientras tanto, Swann parecГ­a algo mГЎs que un agente federal. Llevaba gafas con montura negra y el pelo recogido en una larga cola de caballo. Llevaba puesta una camiseta que decГ­a BANDERA NEGRA, con la foto de un hombre saltando desde un escenario hacia una multitud llena de gente. EstirГі sus largas piernas en el pasillo, tenГ­a puesto un viejo par de pantalones vaqueros rasgados en sus piernas flacas, con un par de Converse de color amarillo brillante, como un obstГЎculo para cualquier transeГєnte. Sus pies eran enormes.

Los dos hombres se habГ­an juntado originalmente por su mutuo gusto por el grupo de rap llamado Public Enemy, de los aГ±os 80, y por un sentido del humor sarcГЎstico similar. Ahora estaban unidos por Dios sabe quГ©. ВїEnergГ­a masculina juvenil? ВїPosibilidad ilimitada?

Los chicos se estaban divirtiendo, de camino a otro viaje al quinto pino. Eso era bueno. Estos tipos necesitaban ser expertos y muy agudos.

Luke no sentГ­a ni la mitad de su entusiasmo. Se sentГ­a agotado, mГЎs emocionalmente que fГ­sicamente. Por supuesto, Г©l era el Гєnico de aquГ­ que tenГ­a un bebГ© reciГ©n nacido, una esposa enfadada y una suegra manipuladora. TambiГ©n era el Гєnico que habГ­a hecho un viaje de ida y vuelta de tres horas a la costa este.

Newsam y Swann habГ­an ido a Red Lobster mientras tanto. ParecГ­a que habГ­an bebido un poco, con su cena de marisco.

—Chicos, ¿estáis listos para trabajar? —dijo Luke.

Ed se encogió de hombros. —Nací preparado.

—Rock and roll, —dijo Swann de nuevo.

El jet Lear de seis asientos rugiГі a travГ©s del cielo hacia el noreste. El jet era azul oscuro, sin marcas de ningГєn tipo. HabГ­an despegado de un pequeГ±o aeropuerto privado, al oeste de la ciudad, hacГ­a veinte minutos. Este podrГ­a ser un aviГіn corporativo en un viaje de negocios, o un grupo de niГ±os ricos hacia un vuelo europeo.

DetrГЎs de ellos, a su izquierda, se veГ­an los Гєltimos rayos de sol del atardecer. Delante y a su derecha, la acelerada noche.

Luke sentГ­a que a menudo experimentaba momentos como este: como si se estuviera sumergiendo en algo mГЎs allГЎ de su comprensiГіn. Las misiones no le molestaban. Estaba nervioso, pero no realmente asustado. HabГ­a visto tanto combate que muy pocas cosas quebrantaban su confianza. Lo que Г©l no entendГ­a era el contexto.

ВїPor quГ©? ВїPor quГ© estaban haciendo esto? ВїPor quГ© los mandamases hacГ­an lo que hacГ­an? ВїPor quГ© habГ­a terroristas y grupos terroristas? ВїPor quГ© Rusia y Estados Unidos, y muchos otros paГ­ses, siempre se enredaban bajo cuerda, moviendo hilos y manipulando la acciГіn como si fueran titiriteros?

Cuando era mГЎs joven, estas preguntas nunca le habГ­an perturbado. Comprender la geopolГ­tica no era parte de la descripciГіn de su trabajo. Buenos por aquГ­, malos por allГЎ.

Él, deliberadamente, citaba de forma incorrecta la línea del famoso poema “La Carga de la Brigada Ligera”: “Lo suyo no es razonar por qué, lo suyo es hacerlo o morir.” En lugar de “lo suyo”, él decía “lo nuestro”. Durante años, lo había utilizado como lema.

Pero ahora querГ­a saber mГЎs. Ya no era suficiente matar y morir por razones que nunca le explicaban. Era posible que el suicidio de MartГ­nez finalmente le hubiera sacudido.

Por el momento, la fuente de la mayor parte de su conocimiento era una mujer casi diez aГ±os mГЎs joven que Г©l. VolviГі a mirar a Trudy Wellington, la agente de ciencia e inteligencia, sentada una fila detrГЎs de ellos.

Estaba vestida de forma casual con vaqueros, una camiseta azul y calcetines rosas. La camiseta tenía dos palabras cortas en el centro, con letras blancas pequeñas: “Sé Amable”. Se quitó las zapatillas cuando se subieron al avión. Estaba acurrucada con un portapapeles, una carpeta grande de archivos y un montón de papeleo. Ella estaba examinándolo todo detenidamente, marcando las cosas con un bolígrafo. Apenas había hablado desde que el avión despegó.

Sintiendo que Luke la miraba, levantГі la vista, con sus grandes ojos detrГЎs de sus redondas gafas rojas. Era hermosa.

Trudy... ВїquГ© pasaba dentro de esa cabeza suya?

—¿Sí? —dijo ella.

Luke sonrió. —Pensé que quizá querrías ponernos al corriente sobre lo que estamos haciendo aquí. No nos han dicho casi nada en la sesión informativa, la mayor parte eran archivos clasificados. Una vez que Don asumió la misión, dijo que tú sabrías de qué se trata cuando estuviéramos en el aire.

Ed y Swann ahora les estaban mirando.

—Y oficialmente estamos en el aire, —dijo Swann.

Luke volviГі a mirar por la ventana. El sol estaba ahora detrГЎs de ellos, el dГ­a se desvanecГ­a hacia la nada. Dentro de unas horas, a medida que avanzaran mГЎs hacia el este, el cielo comenzarГ­a a iluminarse. MirГі su reloj. Casi las nueve en punto.

—¿Qué dices, Trudy? ¿Lista para enseñarnos, como en el colegio?

Trudy hizo un extraГ±o saludo militar con su mano derecha. Fue horrible. Luke no mirГі a Ed por miedo a reГ­rse.

—Lista, capitán.

Se puso de pie y se moviГі hacia el asiento delantero, para que los cuatro estuvieran juntos.

—Voy a asumir que ninguno de vosotros tiene ningún conocimiento previo de esta misión, las personas involucradas, el estado actual de nuestra relación con Rusia, o la tarea que se nos presenta, —dijo ella. —Eso puede hacer que esta conversación sea un poco más larga de lo necesario, o puede que no. Pero va a garantizar que estamos todos en la misma línea. ¿Suena bien?

Luke asintió con la cabeza. —Bien.

—Suena bien, —dijo Ed.

—Es un largo vuelo, —dijo Swann.

Trudy asintió con la cabeza. —Entonces, vamos a empezar.

Hizo una pausa, respirГі hondo y mirГі la pГЎgina que tenГ­a delante. Luego se lanzГі a su historia.



* * *



—Esta mañana temprano en nuestro horario, ayer en su horario, los rusos tomaron el sumergible de investigación estadounidense Nereus en aguas internacionales del Mar Negro. El enfrentamiento tuvo lugar a unos ciento cuarenta y cinco kilómetros al sureste del complejo de Crimea de Yalta. Sí, donde tuvo lugar la famosa reunión durante Segunda Guerra Mundial entre Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill y Joseph Stalin.

Ed Newsam sonrió. —Un poco de historia profunda.

—¿Franklin D. Roosevelt? —dijo Swann. —El tipo que fue asesinado en, eh... ¿Denver?

Trudy sonriГі. Casi pareciГі que se sonrojaba. Luke sacudiГі la cabeza y casi se riГі a carcajadas. Un pГєblico exigente para una lecciГіn de historia.

—El Nereus era una presa fácil. Un destructor ruso rastreó su ubicación desde el momento en que se desvinculó de su nave nodriza. El destructor y dos barcos más pequeños de la Guardia Costera rusa convergieron sobre el Nereus. Una vez que lo tuvieron cercado, lanzaron tres batiscafos, que rodearon al Nereus y lo acompañaron a la superficie. También detuvieron a la tripulación.

—¿Quiénes son? —dijo Luke.

Trudy revisГі sus archivos y puso un papel diferente en la parte superior.

—Una tripulación de tres personas. El piloto del submarino tiene cuarenta y cuatro años, se llama Peter Bolger, residencia oficial en Falmouth, Massachusetts. Graduado en la Academia Marítima de Maine, promoción de 1983. Cuatro años en la Guardia Costera, baja honorable en 1987, rango de teniente. Pasó casi una década pilotando barcos para la Institución Oceanográfica Wood’s Hole en Cabo Cod, en cooperación con numerosas facultades, universidades y acuarios. Contratado por la Investigación Internacional Poseidón en noviembre de 1996. A simple vista, es un civil que ha pasado toda su vida adulta en el agua, gran parte de ella realizando investigación. La presencia de alguien como Bolger probablemente esté destinada a darle a la IIP (Investigación Internacional Poseidón) una apariencia de realidad.

—Probablemente él sea el eslabón más débil cuando se trate de sacarlos, —dijo Luke.

Trudy asintió con la cabeza. —Según su expediente, mide un metro setenta y pesa unos ciento cuatro o ciento ocho kilos.

—¿Cómo cabe en el submarino? —dijo Swann.

Ed se encogió de hombros. —Podría ser todo músculo.

Ahora Trudy sacudió la cabeza. —No lo es. —ella levantó una foto de Peter Bolger. No tenía obesidad mórbida, pero no iba va a correr los cien metros lisos tampoco.

—Siguiente, —dijo Luke.

Trudy llevГі la siguiente hoja a la cima de la pila.

—Eric Davis, estudiante de posgrado de veintiséis años en la Universidad de Hawái, con una beca de investigación para Wood’s Hole. ¿De dónde sacan estas cosas? Es un soldado de las Fuerzas Especiales de la Marina, de veintiocho años, llamado Thomas Franks. Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva Naval en la Universidad de Michigan, se graduó cum laude. Se alistó en la Marina al graduarse e inmediatamente solicitó ingresar en las Fuerzas Especiales de Demolición Submarina Básica. Viajes de servicio en Afganistán e Irak, uno cada vez, así como misiones clasificadas bajo el Mando Conjunto de Operaciones Especiales. Su misión aquí era proteger a los otros dos hombres y hundir el Nereus en caso de accidente u otro contratiempo. Claramente, no hizo nada de eso.

—Claramente, —dijo Swann.

—Él es nuestro vínculo más fuerte, —dijo Luke. —Si llegamos hasta estos chicos y están vivos, estaría bien poner un arma, o varias, en sus manos. El mayor peligro con Franks es que puede diseñar prematuramente algún tipo de intento de escape por su cuenta, u obtener un arma y abrirse paso disparando. De acuerdo, el siguiente.

Trudy sacó la última hoja de papel. —Reed Smith, comandante de la misión, de treinta y seis años, —dijo. —Un fantasma, un comodín total. Su verdadera identidad y edad son Alto Secreto. No tengo, en absoluto, nada de él, aparte de que le contrataron como investigador asociado en la IIP durante los últimos seis meses. De donde vino, y sobre lo que está al corriente, nadie lo sabe. Es el hombre que más preocupa a la CIA y al Pentágono. Aparentemente hay muchos secretos dentro de esa pequeña cabeza suya.

Swann miró a Luke. —Operaciones clandestinas. Me sorprende que él y Franks no hayan derribado el gobierno ruso aún.

Luke sonrió. —Me encanta tu sentido del humor, Swann. Por eso te dejo vivir.

Miró a Trudy. —Me gustaría tener un poco de contexto, si lo tienes. A dónde llevaron el Nereus y el estado de preparación de Rusia cuando... si... entramos allí.

Trudy asintió con la cabeza. —Algo tengo. El Nereus fue introducido en las bodegas de un antiguo buque de carga, y conducido al Puerto de Adler, justo al sur de la ciudad turística del Mar Negro, Sochi, justo al norte de la frontera rusa con Georgia. Están tratando de ocultar el Nereus y fingir que no lo tienen. Están actuando como si el carguero hubiera hecho una escala normal en el puerto. Y al menos, en el momento en que dejamos Washington, no había pruebas de que hayan movido el equipo del Nereus a otra ubicación. Ha habido muy poco movimiento en esos muelles.

—Saben que les estamos vigilando, —dijo Swann.

—Eso parece, —dijo Trudy.

—¿Y el resto? —dijo Luke. —¿Cómo están de preparados?

Trudy frunció los labios. —Puedo darte mi propia teoría.

—Dime, —dijo Luke.

—Están poco involucrados.

Luke agitó una mano. —Todavía no es mi hora de dormir.

Trudy asintió con la cabeza. —Vladimir Putin está jugando al “Guacamole”, con fiascos de varios tipos. El desastre del Kursk. La masacre del colegio de Beslan. ¿Quién sabe cuándo se detendrá? Pero mientras tanto, está progresando en numerosos frentes. Ha cimentado su férreo control sobre el gobierno. La economía rusa, aunque sigue siendo un desastre, comparada con nuestros niveles, está disfrutando de más prosperidad de la que se ha visto en quince años, principalmente debido a los altos precios mundiales del petróleo y el gas natural. Las evaluaciones de amenaza del Pentágono sugieren que el ejército está mejor financiado, algo mejor entrenados, y los soldados están recibiendo una mejor remuneración de lo que se ha visto en mucho tiempo. Están modernizando algunos sistemas de armamento, especialmente los sistemas de misiles balísticos.

—Rusia está en el largo y duro camino de regreso a su antiguo lugar en el mundo. No se sabe si lo lograrán, pero tampoco hay duda de que, desde que Putin asumió el control, están, efectivamente, recorriendo ese camino. Anteriormente, estaban boca abajo en una zanja al lado de la carretera.

—¿Qué significa esto para nosotros? —dijo Luke.

—Significa que interceptaron ese submarino para avisarnos, —dijo Trudy. —El Mar Negro ha sido suyo de forma indiscutible durante generaciones. Excepto por la costa turca, era una bañera rusa. Apenas hemos puesto barcos allí durante años. Nos están diciendo que han vuelto y que no nos van a dejar que pongamos barcos espía allí cuando nosotros queramos.

—Sí, pero ¿es realmente cierto? —dijo Luke. —¿Han vuelto? Si entramos allí e intentamos rescatar a esos hombres, ¿vamos a caer sobre una sierra circular?

Trudy sacudió la cabeza, ofreciendo el rastro de una sonrisa. —No. No han vuelto, aún no. La moral sigue baja, el mando y el control siguen siendo pobres. La corrupción es rampante. Montones de infraestructura y equipos están degradados o no funcionan. Con un plan lo suficientemente inteligente y un ataque rápido, creo que podréis atarlos de pies y manos. No digo esto a la ligera, pero creo que podemos llegar hasta eso hombres.

Luke la mirГі fijamente. RecordГі su plan para eliminar al renegado contratista militar estadounidense Edwin Lee Parr y su milicia en Iraq, y su evaluaciГіn optimista de las probabilidades de hacerlo. En aquel momento, Luke la habГ­a desdeГ±ado, a ella, a su plan y a su evaluaciГіn.

DespuГ©s, todo resultГі muy similar a cГіmo ella lo habГ­a descrito. Luke y Ed todavГ­a tenГ­an que ir allГ­ y hacerlo, pero esa parte era un hecho.

—Bueno, espero que tengas razón, —dijo.



* * *



Luke habГ­a caГ­do en un sueГ±o inquieto. Sus sueГ±os eran extraГ±os, aterradores y cambiaban rГЎpidamente. Una noche de paracaidismo. Al caer, su paracaГ­das no se abrГ­a. Debajo de Г©l habГ­a una amplia extensiГіn de rГ­o oscuro. Los caimanes, decenas de ellos, lo veГ­an caer del cielo y convergГ­an hacia Г©l. Pero su pierna estaba atada a un cordГіn elГЎstico, por lo que rebotaba en un largo y lento salto, justo por encima del agua, con los brazos colgando hacia abajo, los caimanes arremetiendo e intentando capturarlo.

Entonces era de día. Un Halcón Negro había sido lanzado al cielo. Su rotor de cola había desaparecido, el helicóptero giraba fuera de control y caía con fuerza. Luke corría por un campo, un viejo y vacío estadio de fútbol, ​​hacia el helicóptero. Si pudiera llegar allí antes de que chocara, podría atraparlo y salvar a esos hombres a bordo. Pero la hierba crecía a su alrededor, extendiéndose, retorciéndose, tirando de sus piernas, haciéndolo más pequeño. Tenía los brazos extendidos, casi alcanzando... Era demasiado tarde. Había llegado demasiado tarde.

Dios, el helicГіptero estaba cayendo de lado. AquГ­... venГ­a...

Se despertГі en medio de una turbulencia: el aviГіn se estremeciГі y luego cabalgГі por el aire inestable, como si estuvieran en una montaГ±a rusa. Luke mirГі a su alrededor, las luces estaban apagadas. Por un momento, no estaba seguro de si estaba dormido o despierto. Entonces percibiГі al resto de su equipo, extendido inconsciente en varias partes de la oscura cabina.

MirГі por la ventana, pero no podГ­a ver nada mГЎs que una luz parpadeante en el ala. Muy por debajo, el ocГ©ano era vasto, interminable y negro. El sol estaba muy lejos detrГЎs de ellos, el dГ­a habГ­a pasado.

HabГ­an estado volando durante horas y tenГ­an mГЎs por delante.

Dentro de unas horas, a medida que avanzaran mГЎs hacia el este, el cielo comenzarГ­a a iluminarse. MirГі su reloj. Justo despuГ©s de la medianoche en DC, lo que significaba que en Sochi ya eran algo mГЎs de las ocho de la maГ±ana.

Mirar el reloj le provocГі la sensaciГіn de que los acontecimientos se les anticipaban. Los rusos podГ­an llevarse a esos hombres en cualquier momento. PodrГ­an habГ©rselos llevado ya, durante la noche.

Era frustrante estar atrapado en este aviГіn con el reloj corriendo.

Luke no habГ­a pegado ojo, pero sabГ­a que no se iba a dormir de nuevo. Estaba agobiado por los fantasmas del pasado, por Becca y Gunner, por el futuro incierto de un bebГ© nacido en un mundo terrible y por esta peligrosa misiГіn.

Se levantГі, fue a la pequeГ±a cocina en la parte trasera del aviГіn. PasГі junto a Ed Newsam y Mark Swann, que dormitaban en lados opuestos del pasillo. Sin encender la luz, vertiГі media taza de agua caliente de la espita y mezclГі un poco de cafГ© instantГЎneo negro con un poco de azГєcar. Lo probГі. Eh, no estaba mal. AgarrГі una manzana danesa envuelta en plГЎstico y volviГі a su asiento.

EncendiГі el foco del techo.

EchГі un vistazo al otro lado del pasillo. Trudy estaba dormida, hecha un ovillo. Era joven para este trabajo. Debe ser bueno saber tanto a tan tierna edad. PensГі en sГ­ mismo cuando tenГ­a poco mГЎs de veinte aГ±os. HabГ­a sido ese tipo de superhГ©roe fuera de serie, hecho de granito, cuya respuesta a cualquier problema era poner la cabeza hacia abajo y correr a travГ©s de las paredes. No tenГ­a muchas cosas en la azotea.

SacudiГі la cabeza y mirГі el papeleo en su regazo. Ella le habГ­a dado una tonelada de datos Гєtiles. TenГ­a imГЎgenes de satГ©lite del carguero, incluidos primeros planos de las pasarelas de arriba y las habitaciones donde se pensaba que estaban retenidos los hombres, y las bodegas de abajo, donde probablemente se escondГ­a el submarino.

Luke tenГ­a que admitir que el submarino no era una prioridad para Г©l personalmente, pero sabГ­a que los demГЎs no estaban de acuerdo. QuerГ­an que esa cosa fuera destruida. Vale. Si era posible y no ponГ­a en peligro a los hombres, lo harГ­a.

Hmmm ВїQuГ© mГЎs tenГ­a? Un montГіn de cosas: esquemas del carguero, mapas e imГЎgenes satelitales de las calles de la ciudad, los muelles y el largo malecГіn que protegГ­a el puerto del Mar Negro, mapas de amplia visiГіn e imГЎgenes de toda la zona, con el complejo turГ­stico de Sochi en expansiГіn al norte, la extensiГіn de agua y la frontera con Georgia al sur, tentadoramente cerca.

Tan cerca y, a la vez, tan lejos.

ВїQuГ© mГЎs? Evaluaciones de la fuerza de las tropas en el puerto y cerca de las instalaciones, las mejores conjeturas, en realidad. Evaluaciones de las capacidades de primeros auxilios en el Sochi metropolitano: buenas en algГєn momento, pero ahora no contaban con fondos suficientes y estaban muy degradadas. Evaluaciones de la moral: baja en todos los ГЎmbitos. Las dos guerras chechenas apocalГ­pticas y los ataques terroristas resultantes contra objetivos civiles inofensivos, combinados con el desastre del Kursk, tenГ­an las cabezas dando vueltas entre el ejГ©rcito militar ruso y las tropas de primera lГ­nea en desorden.

Luke no lo dudaba. La conmociГіn del 11 de septiembre, junto con los repetidos reveses en Irak y AfganistГЎn, la mala prensa en casa... habГ­a dejado a mucha gente de este lado de la cerca sintiendo lo mismo. El equipamiento estadounidense, la formaciГіn y el personal eran generalmente excelentes, pero las personas eran personas y cuando las cosas se torcГ­an, dolГ­a.

DejГі que la informaciГіn lo invadiera.

Don le habГ­a prometido mГЎs efectivos a su llegada a TurquГ­a: operarios encubiertos con conocimiento local, fluidez en ruso y experiencia en operaciones encubiertas de movimientos rГЎpidos y contundentes. Don no le habГ­a dicho de dГіnde venГ­an, solamente que serГ­an los mejores disponibles. Le habГ­a prometido a Luke mГ©todos para Г©l y para Ed, moviГ©ndose por separado, para entrar en Rusia sin ser detectados. Le habГ­a prometido a Luke cualquier material que quisiera, dentro de lo razonable: pistolas, bombas, coches, aviones, lo que fuera.

Una imagen comenzГі a surgir...

SГ­. Comenzaba a imaginar los contornos generales de la operaciГіn. En un mundo ideal... si obtuviera todo lo que quisiera... con el elemento sorpresa... total compromiso... y moviГ©ndose a gran velocidad...

PodГ­a ver cГіmo esto podrГ­a funcionar.



* * *



—Solían llamarme Monstruo.

Luke mirГі a Ed. Eran los Гєnicos despiertos, sentados en los asientos traseros del aviГіn. Pero ahora Luke se estaba adormeciendo. MГЎs arriba, Trudy seguГ­a acurrucada y Swann estaba tendido, sus largas piernas cruzando el pasillo.

Las persianas de las ventanas estaban bajadas, pero Luke podГ­a ver fragmentos de luz solar asomГЎndose a lo largo de los bordes inferiores. Dondequiera que estuvieran del mundo, ya era por la maГ±ana.

Luke acababa de exponerle la misiГіn a Ed, mientras ya se estaba empezando a imaginar cГіmo serГ­a. Pensaba en obtener otro punto de vista. ВїParecГ­a posible esta parte? ВїHabГ­a un agujero enorme que estaba pasando por alto? ВїQuГ© tipo de armas deberГ­an llevar? ВїQuГ© tipo de equipamiento necesitaban?

En cambio, recibió esto: —Solían llamarme Monstruo.

Era toda la respuesta que necesitaba, suponГ­a. El hombre era un monstruo. Llegados a ese punto, se enfrentarГ­a al problema con un plan a medias y un puГ±ado de clavos oxidados.

—De alguna manera, no me sorprende, —dijo Luke.

Ed sacudió la cabeza. Él mismo estaba medio dormido. —No por mi tamaño, sino porque era muy malvado. Crecí en Crenshaw, en Los Ángeles. Cuatro niños, yo era el mayor. Lo más parecido a una tienda de comestibles en el vecindario era un lugar que vendía licores, décimos de lotería y latas de sopa y atún. Mi madre a veces no podía mantener las luces encendidas.

—Dije, no-no. Esto no va a quedar así. No está bien que tengamos que vivir de esta manera y lo voy a arreglar. Estaba trabajando en la esquina a las doce, tratando de conseguir dinero. Me estaba dejando llevar por lo peor de lo peor a los quince años y era peor que ellos. Dentro y fuera del reformatorio. No estaba arreglando nada.

Ed suspiró profundamente. —En diez de aquellas noches, podría haber muerto fácilmente, como otros. Me habían disparado muchas veces antes de ver Irak, Afganistán o cualquiera de estos otros lugares clasificados, a los que supuestamente nunca he ido.

Entrecerró los ojos y sacudió la cabeza. —Llegué ante una jueza cuando tenía diecisiete años. Ella me dijo que ahora podría ser juzgado como un adulto. Podía ver en tiempo real la cárcel de los mayores o podía conseguir que me suspendieran la condena si me unía al ejército de los Estados Unidos. Dependía de mí.

Él sonrió. —¿Qué más iba a hacer? Me uní. Me encontré con un sargento de instrucción, de nombre Brooks, inmediatamente me cogió manía. Sargento Mayor Nathan Brooks. Yo no le gustaba y decidió que me iba a hacer la vida imposible.

—¿Lo hizo? —dijo Luke. Tenía problemas para imaginarse tal cosa, pero esta no era la primera vez que había oído algo por el estilo. —¿Te hizo la vida imposible?

Ed se rio. —Oh, sí, lo hizo. La tomaba conmigo una y otra vez. Nunca lo he pasado tan mal en mi vida. Me veía venir a un kilómetro de distancia. Me convirtió en su proyecto personal, dijo: “¿Te crees duro, negrata? Tú no eres duro. Ni siquiera has visto nada duro todavía, pero yo te lo voy a enseñar.”

— ¿Era un hombre blanco? —dijo Luke.

Ed sacudió la cabeza. —Nah. En esos días, si un hombre blanco me hubiera llamado negro, simplemente le habría matado. Era un hermano de mi tierra, de algún lugar de Carolina del Sur, no lo sé. Me partió por la mitad. Y cuando terminó, me volvió a unir, un poco mejor que antes. Ahora yo era algo con lo que otras personas podrían al menos trabajar, hacer algo.

Estuvo en silencio por un momento. El aviГіn se estremeciГі a travГ©s de una zona de turbulencias.

—Nunca encontré la forma de agradecérselo a ese tipo.

Luke se encogió de hombros. —Bueno, no es tarde. Envíale algunas flores. Una tarjeta, no sé.

Ed sonrió, pero ahora estaba melancólico. —Está muerto. Hace más o menos un año. Cuarenta y tres años, veinticinco de servicio. Podría haberse retirado en cualquier momento. En lugar de eso, se ofreció como voluntario para Iraq, y se lo concedieron. Estaba en un convoy al que le tendieron una emboscada cerca de Mosul. No sé todos los detalles, lo vi en Stars and Stripes. Resulta que era un tipo muy condecorado. Yo no sabía eso de él cuando me arrastraba por el suelo. Nunca lo mencionó.

Hizo una pausa. —Y nunca le dije lo que significaba para mí.

—Probablemente lo sabía, —dijo Luke.

—Sí, probablemente, pero debería habérselo dicho de todos modos.

Luke no le contradijo.

—¿Dónde está tu madre? —dijo en su lugar.

Ed sacudió la cabeza. —Todavía está en Crenshaw. Traté de hacer que se mudara al este, cerca de mi, pero ella no quiere oír hablar de mudarse. ¡Todas sus amigas están allí! Así que, entre mi hermana y yo le compramos un pequeño bungalow a seis manzanas del viejo edificio de apartamentos donde vivíamos. Una parte de mi paga de cada mes va destinada al pago de la hipoteca. Justo en el viejo barrio donde solía arriesgar mi vida para intentar sacarla de allí.

Suspiró profundamente. —Por lo menos hay comida en la nevera y las luces están encendidas. Supongo que es todo lo que importa. Ella dice: “Nadie va a meterse conmigo. Ellos saben que eres mi hijo y vas a venir a verme si lo hacen.”

Luke sonriГі, Ed tambiГ©n lo hizo y esta vez la sonrisa fue mГЎs genuina.

—Ella es imposible, tío.

Ahora Luke se echГі a reГ­r. DespuГ©s de un momento, tambiГ©n lo hizo Ed.

—Escucha, —dijo Ed. —Me gusta tu plan. Creo que podemos lograrlo. Un par de chicos, los correctos... —él asintió con la cabeza. — Sí, es factible. Necesito echar una cabezada y tal vez se me ocurra algo que añadir.

—Suena bien, —dijo Luke. —Estoy deseando, p refiero no tener a nadie en nuestro equipo asesinado por ahí.

—Especialmente nosotros, —dijo Ed.




CAPГЌTULO SIETE


26 de junio

6:30 Hora del Este

Centro de Actividades Especiales, DirecciГіn de Operaciones

Agencia Central de Inteligencia

Langley, Virginia



—Parece que el Presidente ha perdido la chaveta.

—¿Eh? —dijo el viejo que fumaba un cigarrillo. Parecía que tuviera que aclararse la garganta. Sus dientes eran de color amarillo oscuro. La retracción de las encías hacía que parecieran más largos. Parecían hacer chasquidos cuando hablaba. El efecto era horrible. —Cuéntamelo.

Estaban en lo mГЎs profundo de las entraГ±as de la sede. En la mayorГ­a de los lugares dentro del edificio, fumar ahora estaba prohibido. ВїPero aquГ­, en el santuario interior? Todo estaba permitido.

—Estoy seguro de que ya lo has oído, —dijo el Agente Especial Wallace Speck.

Se sentГі en un amplio escritorio de acero al lado del viejo. No habГ­a casi nada en el escritorio. Ni telГ©fono, ni ordenador, ni hoja de papel o un lГЎpiz. SГіlo habГ­a un cenicero de cerГЎmica blanca, repleto de colillas de cigarrillos apagados.

El viejo asintió. —Refréscame la memoria.

—Ayer sugirió que la tripulación del Nereus se pudriera en manos de los rusos. Lo dijo delante de veinte o treinta personas.

—Sáltate la parte fácil, —dijo el viejo. Estaban en una habitación sin ventanas. Dio una calada profunda a su cigarrillo, lo sostuvo y luego soltó una columna de humo azul. El techo estaba al menos a cuatro metros y medio de sus cabezas y el humo se elevaba hacia él.

—Bueno, luego lo suavizó, pero nos ha dejado fuera del operativo de rescate, a nosotros y a nuestros amigos, en favor de nuestro nuevo hermano pequeño del FBI.

—Sáltatelo, —dijo el viejo.

Wallace Speck sacudiГі la cabeza. Tratar con el viejo era un infierno. ВїCГіmo es que seguГ­a vivo? HabГ­a estado fumando cigarrillos en cadena desde antes que naciera Speck. Su rostro era como un periГіdico antiguo, volviГ©ndose casi tan amarillo como sus dientes. Sus arrugas tenГ­an arrugas. Su cuerpo no tenГ­a tono muscular en absoluto. Su carne parecГ­a estar colgando de los huesos.

La idea le produjo a Speck un breve recuerdo de una vez que comió en un restaurante elegante. — ¿Cómo está el pollo esta noche? —le preguntó al camarero. —Exquisito, —dijo el camarero. —Se desprende del hueso.

La carne del anciano era cualquier cosa menos exquisita. Pero sus ojos seguГ­an tan afilados como cuchillas de afeitar, tan concentrados como lГЎseres. Era lo Гєnico que le quedaba.

Esos ojos miraban a Speck. QuerГ­an el morbo. QuerГ­an las partes que a la gente como Wallace Speck le preocupaban. PodrГ­a desenterrar lo mГЎs sucio, y lo hacГ­a. Ese era su trabajo, pero a veces se preguntaba si el Centro de Actividades Especiales de la CIA no estaba abusando de su autoridad. A veces se preguntaba si las actividades especiales no equivalГ­an a la traiciГіn.

—El tío tiene problemas para dormir, —dijo Speck. —Parece que no ha superado el secuestro de su hija. Confía en el Zolpidem para dormir y a menudo se diluye la píldora en una copa de vino, o dos. Eso es un hábito peligroso, por razones obvias.

Speck hizo una pausa. Podría darle al viejo el papeleo, pero el hombre no quería mirar el papeleo. Sólo quería escuchar, y Speck lo sabía. —Tenemos cintas de audio y transcripciones de una decena de llamadas telefónicas a su rancho familiar en Texas durante los últimos diez días. Las conversaciones son con su esposa. En cada llamada, expresa su deseo de dejar la presidencia, regresar al rancho y pasar tiempo con su familia. En tres de esas llamadas, se echa a llorar.

El viejo sonrió y dio otra profunda calada al cigarrillo. Sus ojos se convirtieron en rendijas. Su lengua salió disparada. Había un trozo de tabaco allí en la punta. Parecía un lagarto. —Bien. Más.

—Tiene una especie de obsesión por el culto al héroe con Don Morris, nuestro pequeño rival advenedizo del Equipo de Respuesta Especial del FBI.

El viejo hizo un movimiento con la mano como una rueda que gira.

—Sigue.

Speck se encogió de hombros. —El Presidente tiene un perro, como ya sabes. Ha comenzado a caminar por los terrenos de la Casa Blanca a altas horas de la noche. Se enfada si se tropieza con cualquier Agente del Servicio Secreto mientras está fuera. Hace unas noches, se encontró con dos en diez minutos y tuvo un berrinche. Llamó a la oficina de supervisión nocturna y les dijo que hicieran retirarse a sus hombres. Ya no parece comprender que los hombres están allí para protegerlo, piensa que están allí para molestarle.

—Hmmm, —dijo el viejo. —¿Intentaría huir?

—Diría que parece inverosímil, —dijo Speck. —Pero con este Presidente, nunca se sabe lo que va a hacer.

—¿Qué más?

—El grupo de acción política ha comenzado a buscar opciones para retirarlo del cargo, —dijo Speck. —La destitución es inviable debido a la división en el Congreso. Además, el portavoz de la Casa Blanca es un aliado cercano de David Barrett y está de acuerdo con él en la mayoría de las cuestiones. Es muy poco probable que siga con el proceso de destitución o permita que suceda bajo su supervisión. Retirarlo del cargo bajo la Vigésimoquinta Enmienda parece estar fuera de lugar también. Barrett probablemente no va a admitir su incapacidad para desempeñar sus funciones y si el vicepresidente trata de...

El viejo levantó la mano. —Lo entiendo, sáltatelo. Dime una cosa: ¿tenemos Agentes del Servicio Secreto en operaciones nocturnas en los terrenos de la Casa Blanca? ¿Hombres que nos sean leales?

—Los tenemos, —dijo Speck. —Sí.

—Bien. Ahora dame detalles sobre la operación de rescate de Rusia.

Speck sacudió la cabeza. —No tenemos detalles. Don Morris es notoriamente tacaño con la información, pero no tiene un gran equipo, al menos no todavía. Podemos suponer que les ha dado la misión a sus mejores agentes, Luke Stone y Ed Newsam, dos chicos jóvenes, ambos ex operadores de las Fuerzas Delta, con amplia experiencia en combate.

—¿Los que rescataron a la desafortunada hija del Presidente?

Speck asintió con la cabeza. —Sí.

El viejo sonrió. Sus dientes eran como colmillos amarillos. Podría pasar por el vampiro más viejo, uno que no hubiera saboreado la sangre en mucho, mucho tiempo. —Vaqueros, ¿no?

—Uh... Creo que tienden a disparar primero, y luego...

—¿Estamos planeando interceptarlos? ¿Desbaratar su operación de alguna manera?

—Ah... —dijo Wallace Speck. —Sin duda ha estado sobre la mesa como una posible opción. Es decir, por el momento no tenemos mucho...

—No lo hagáis, —dijo el anciano. —Apartaos de su camino y dejadlos actuar. Tal vez encuentren la muerte. Tal vez empiecen una guerra mundial. En cualquier caso, eso será bueno para nosotros. Y si David Barrett hace algo disparatado, quiero decir realmente disparatado, estate preparado para saltar y tomar el control de la situación.

Wallace Speck se levantГі para irse.

—Sí señor. ¿Algo más?

El viejo lo miró con los ojos de un demonio antiguo. —Sí. Intenta sonreír un poco más, Speck. Todavía no estás muerto, así que haz un esfuerzo en disfrutar aquí y ahora. Se supone que esto es divertido.




CAPГЌTULO OCHO


23:20 Hora de MoscГє (15:20 Hora del Este)

Puerto de Adler, Distrito de Sochi

Krai de Krasnodar

Rusia



—¿Estáis seguros de que queréis que actuemos en este concierto? —dijo Luke a través del teléfono satelital de plástico azul que tenía en la mano. —Creo que va a ser bastante ruidoso.

Se apoyГі contra un viejo Lada Sedan negro, fabricado en HungrГ­a. El pequeГ±o coche cuadrado le recordaba a un viejo Fiat o Yugo, pero no tan elegante. ParecГ­a estar hecho de chapas de chatarra soldadas. EmitГ­a un ligero olor a aceite quemado. Cuanto mГЎs rГЎpido iba, mГЎs parecГ­a vibrar, como si se estuviera desgarrando por los contornos. Afortunadamente, no era el coche que utilizarГ­an para escapar.

Cerca, su conductor, un corpulento checheno llamado Aslan, se estaba fumando un cigarrillo y orinando a travГ©s de una lГ­nea de vallas de tela metГЎlica. Aslan preferГ­a que lo llamasen Franchute. Esto se debГ­a a que, cuando Chechenia cayГі, habГ­a escapado de los rusos desapareciendo en ParГ­s durante unos aГ±os. Sus tres hermanos y su padre habГ­an muerto en la guerra. Ahora, Franchute habГ­a vuelto y odiaba a los rusos.

Estaban en una zona de aparcamiento vacГ­a, cerca de la desembocadura del rГ­o Mzymta. Un olor hГєmedo y penetrante a alcantarilla emergГ­a del agua. Desde aquГ­, un sombrГ­o bulevar de almacenes corrГ­a a lo largo de la costa hasta un pequeГ±o puerto de carga, custodiado por una caseta de vigilancia y una alambrada electrificada. Bajo el resplandor de las dГ©biles y amarillas lГЎmparas de arco de sodio, podГ­a ver hombres moviГ©ndose por la puerta.

Las grandes y antiguas casas del Partido Comunista, los nuevos hoteles y restaurantes y las brillantes playas de Sochi en el Mar Negro, se encontraban a sГіlo ocho kilГіmetros de la carretera. Pero Adler era tan inconexo y deprimente como un puerto ruso deberГ­a ser.

HabГ­a un retraso, desde que la voz aguda de Mark Swann irrumpГ­a por todas partes, desde las redes cifradas en los satГ©lites negros, hasta finalmente el telГ©fono de Luke. La voz de Swann temblaba con excitaciГіn nerviosa.

Luke sacudió la cabeza y sonrió. Swann estaba en una suite del ático con la bella Trudy Wellington, en un hotel de cinco estrellas en Trabzon, Turquía. Supuestamente, eran una rica pareja de recién casados ​​de California. Si las balas comenzaran a volar, Swann lo vería en la pantalla del ordenador, casi pero no en directo, vía satélite. Ese era el motivo de que le temblara la voz.

—Tenemos luz verde, —dijo Swann. —Entienden que podríamos recibir algunas quejas de los vecinos.

—¿Y la bola de discoteca?

— Justo donde dijimos que estaría.

Luke contemplГі un viejo y oxidado buque de carga mediano, el Yuri Andropov II, que descansaba en el muelle. PensГі que un viejo especialista en tortura de la KGB como Andropov debГ­a estar removiГ©ndose en su tumba al ver que esta cosa llevaba su nombre. A alguien debiГі parecerle gracioso.

La bola de discoteca, por supuesto, era el sumergible perdido, Nereus. Su chip GPS seguГ­a sonando desde el interior de una de las bodegas de ese barco.

—¿Y los instrumentos? —los instrumentos eran la tripulación del Nereus.

—Arriba, en el vestuario, por lo que sabemos.

—¿Y Aretha? ¿Qué tiene ella que decir?

La voz de Trudy Wellington entrГі, sГіlo por un segundo.

—Tus amigos ya están de fiesta en la playa.

Luke asintiГі. Justo al sur de aquГ­ estaba la frontera con la ex RepГєblica SoviГ©tica de Georgia. Los georgianos y los rusos actualmente se mostraban hostiles entre sГ­. Trudy sospechaba que iban a tener un incidente de fuego uno de estos dГ­as, pero con suerte no se iniciarГ­a esta noche.

La ciudad costera georgiana de Kheivani estaba justo al otro lado de esa frontera. Era un lugar tranquilo y sosegado, en comparaciГіn con Sochi. HabГ­a un equipo de recuperaciГіn en una playa oscura de allГ­, esperando recibir a los prisioneros rescatados, si llegaban tan lejos.

Desde la playa, los prisioneros serГ­an trasladados lejos de la frontera, a lo mГЎs profundo de Georgia y luego fuera del paГ­s. Eventualmente, cuando llegaran a un lugar seguro, serГ­an informados sobre todo este desastre.

Nada de eso era asunto de Luke. Intencionadamente, no sabГ­a nada sobre cГіmo irГ­a. Don y PapГЎ Cronin se habГ­an encargado de esa parte. Luke ni siquiera sabГ­a quiГ©n estaba involucrado. PodrГ­as cortarle los dedos y sacarle los ojos y no podГ­a dicirte nada al respecto.

—¿Se ha unido el tipo grande a la banda? —dijo Luke.

La voz de Ed Newsam apareció. El aullido del viento y el rugido de los motores ​​casi la ahogaban. —Está en el camerino, listo para subir al escenario. Cuanto antes, mejor, por lo que a él concierne.

Luke suspiro. —Está bien, —dijo, y el peso de la decisión se apoderó de sus hombros como una roca. La gente probablemente estaba a punto de morir. Sabías eso cuando te metías. Sólo que no sabías quién.

—Vamos allá.

—Nos vemos en Las Vegas, —dijo Swann.

—Asegúrate de ver el espectáculo de fuegos artificiales, —gritó Ed. —Me han dicho que va a estar bien.

La llamada se cortГі. Luke dejГі caer el telГ©fono satelital en el asfalto desgastado del aparcamiento. LevantГі la bota y la dejГі caer con fuerza sobre el telГ©fono, rompiendo la carcasa de plГЎstico. Lo hizo de nuevo, otra vez y otra vez. Luego le dio una patada a los restos destrozados y los lanzГі a travГ©s de un desagГјe abierto hacia el agua.

TenГ­a otro.

LevantГі la vista.

Franchute estaba allГ­. Su cara era ancha y su piel parecГ­a gruesa, casi como una mГЎscara de goma. Su cabello era negro azabache y estaba peinado hacia atrГЎs. Estaba afeitado, para integrarse mejor en la sociedad rusa. Normalmente, su pueblo llevaba espesas barbas por AlГЎ.

Franchute llevaba una holgada cazadora oscura sobre su gran cuerpo. La noche era un poco cГЎlida para eso. Sus duros ojos miraron a Luke.

—¿Sí? —dijo Franchute.

Luke asintió con la cabeza. —Sí.

Franchute tomГі una profunda calada de su cigarrillo. Lentamente exhalГі el humo. Luego sonriГі y asintiГі.

—Estoy contento.



* * *



—Rápido, —dijo Ed Newsam. No le estaba hablando a nadie. Mejor, porque nadie podría escucharlo.

—Muy, muy rápido.

Estaba de pie en la cabina, con los pies descalzos y las manos en el timГіn de un bote con forma de cuГ±a gigante. El bote era largo y estrecho, con una proa muy larga. En la popa, habГ­a cinco grandes motores de 275 caballos de potencia. El bote tenГ­a dos asientos.

En Estados Unidos, lo llamarГ­an un bote Cigarrillo o un Go Fast. En los dГ­as previos al rastreo por satГ©lite, los narcotraficantes del sur de Florida usaban estas cosas para escapar de la Guardia Costera. Sin embargo, este barco no iba cargado de cocaГ­na.

En la punta del bote, en la proa, habГ­a un pequeГ±o compartimento. Ese compartimento estaba lleno de una pequeГ±a cantidad de TNT.

Ed corrГ­a a toda velocidad en mitad de la noche, con las luces apagadas, rebotando sobre las olas. Sus motores rugГ­an, un sonido enorme. El viento aullaba a su alrededor. Frente a Г©l, quizГЎs tres kilГіmetros mГЎs adelante, estaba la costa, en su mayor parte oscura, de Georgia. DetrГЎs de Г©l estaban las brillantes luces de Sochi. Esta ciudad estaba disfrutando de su apogeo poscomunista con mucho dinero. Barcos caros como este eran fГЎciles de encontrar.

De hecho, detrГЎs de Ed y navegando a la misma velocidad, iba otra lancha rГЎpida.

Ese bote lo conducГ­a un temerario georgiano chiflado llamado Garry. Ed no podГ­a ver a Garry, sus luces tambiГ©n estaban apagadas. Y no podГ­a escucharle, habГ­a demasiado ruido como para escuchar algo. Pero sabГ­a que Garry estaba allГ­, tenГ­a que estar.

La vida de Ed dependГ­a de ello.

Garry, junto con el loco conductor checheno de Stone, Franchute, habГ­an sido proporcionados por PapГЎ Bill Cronin. PapГЎ Cronin era de la CIA y se suponГ­a que no iban a involucrar a la CIA en esto, pero lo hicieron de todos modos. El peligro era que la CIA estaba haciendo aguas por alguna parte.

—Los cheques de Bill Cronin provienen de la CIA, —había dicho Don Morris. —Pero ese hombre es una ley y un mundo en sí mismo. Si nos da a los operadores, no serán unos charlatanes. No habrá infracciones de seguridad. Te lo puedo asegurar.

AsГ­ que Garry estaba de nuevo allГ­, con las vidas de Ed y Luke y de todo el mundo en sus manos.

A la izquierda de Ed, al este, habГ­a un largo dique de piedra, que sobresalГ­a del agua. ProtegГ­a una pequeГ±a ГЎrea portuaria. Lo recorriГі a lo largo, llegando a Г©l en diagonal. DisminuyГі la velocidad, sГіlo un toque, e hizo un giro brusco hacia la tierra.

MirГі al cielo, buscando aviones.

Nada, todo despejado.

Ese malecГіn estaba cubierto de muelles de hormigГіn. CorrГ­an paralelos a la tierra, a cien metros de la orilla. El malecГіn y la orilla formaban un paso estrecho de mil metros de largo. En el otro extremo estaba el buque de carga, el Yuri Andropov II.

El trabajo de Ed era perforarle un agujero. Un agujero, y tal vez un pequeГ±o incendio. Lo suficiente como para causar una distracciГіn, una pista falsa. Lo suficiente para permitir que Stone y Franchute se escabullesen en el bote, liberasen a los prisioneros y tal vez incluso escapasen de ese submarino.

Los rusos sabГ­an que los estadounidenses les observaban desde los cielos. AsГ­ que estos muelles parecГ­an tener una actividad mГ­nima. SГіlo un viejo buque de carga, sin demasiada seguridad, nada que ver aquГ­.

Pero Ed sabГ­a que habГ­a hombres armados en esos muelles. Conducir este bote hasta ese puerto iba a enfurecer a una muchedumbre.

LlegГі a la boca del puerto. RespirГі hondo.

—Garry, será mejor que estés allí.

AbriГі el carburador por completo. Los motores rugieron.

El bote avanzГі, incluso mГЎs rГЎpido que antes.

La tierra corrГ­a a ambos lados de Г©l, el malecГіn a su izquierda y la orilla a su derecha. Pero mantuvo la vista en el objetivo. Ahora podГ­a verlo, el Andropov, que se avecinaba ahГ­ delante a lo lejos. Estaba atracado perpendicularmente a Г©l, mostrГЎndole toda su longitud.

—Hermoso.

A su izquierda, los hombres corrГ­an por los muelles. Los veГ­a como pequeГ±as figuras de palo, moviГ©ndose lentamente, demasiado lentos.

Se agachГі, sabiendo lo que iban a hacer. Un instante despuГ©s, los disparos automГЎticos desgarraron el costado del bote. Los sintiГі, mГЎs que oГ­rlos o verlos. Estaban alterando su curso, los golpes sordos de las balas de alto calibre.

El parabrisas se hizo aГ±icos.

El Andropov se estaba acercando, volviГ©ndose mГЎs grande.

HabГ­a una barra de hierro en el suelo. Ed la cogiГі. Un extremo tenГ­a una herramienta de agarre, casi como una mano, que colocГі en el volante. EncajГі el otro extremo a una ranura de metal soldada en el suelo.

De la vieja escuela, pero funcionarГ­a. MantendrГ­a el bote mГЎs o menos recto.

LevantГі la vista. El Andropov ahora era grande.

ParecГ­a que estaba justo allГ­.

—Oh-oh, hora de irse.

Se lanzГі hacia el lado derecho del bote, lejos de los disparos. Se puso en cuclillas, con todo el poder en sus piernas, y saltГі a su derecha, por la borda. Se hizo un ovillo, como un niГ±o saltando en bomba en la piscina local.

El bote se alejГі mientras Г©l estaba en el aire.

DГ©bilmente, tuvo la sensaciГіn de caer, caer por el cielo. PasГі mucho tiempo hasta que se estrellГі en el agua y, por un momento, la oscuridad lo rodeГі. Lo atravesГі como un torpedo, sin sentir nada, excepto la sensaciГіn de velocidad oscura.

Al principio hubo un fuerte rugido, y luego los sonidos amortiguados en las profundidades.

Por un momento, pensГі que estaba flotando en el Гєtero, baГ±ado ahora en una luz cГЎlida. Se le ocurriГі que la luz del faro en su chaleco salvavidas se habГ­a activado. El chaleco tirГі de Г©l hacia la superficie, de nuevo hacia el rugido y el rocГ­o de la estela de la embarcaciГіn.

JadeГі en busca de aire y volviГі a zambullirse durante unos segundos mГЎs, esos artilleros iban a buscarlo.

Después de esto…

VolviГі a la superficie. Todo estaba oscuro: la noche, el agua, todo.

Por un momento no pudo ver el bote. Entonces lo vio. Se movГ­a rГЎpido, reduciГ©ndose, disminuyendo. Era minГєsculo, bajo la sombra inminente del carguero.

Ed volviГі a sumergirse debajo de la superficie, a la seguridad de la oscuridad.



* * *



Luke se apoyГі en el Lada, fingiendo fumar un cigarrillo. Todos por aquГ­ fumaban, asГ­ que pensГі que eso podrГ­a ayudarle a disfrazarse. Lo habГ­a intentado un par de veces antes en la escuela secundaria, pero nunca le vio la gracia. A Г©l le gustaba mГЎs el fГєtbol.

Dio una calada, la sostuvo en la boca durante unos segundos, luego dejГі que toda la porquerГ­a saliera de nuevo. SabГ­a a contaminaciГіn. Casi se riГі de sГ­ mismo. Si alguien estuviera mirГЎndolo, verГ­an lo ridГ­culo que parecГ­a.




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